Hace más de dos mil años, en la pequeña Ciudad de Belén de Judea, en un pesebre muy pobre, nació aquel que siendo DIOS, por todos nosotros, decidió ser hombre.
Para muchos fue un profeta, para otros ni siquiera existió, pero para todos los que creemos, al tercer día resucitó.
Fue, sin dudas, el primer REVOLUCIONARIO.
Se enfrentó al poder político y al religioso. Se mezclo con los pobres, con los necesitados, con los humildes, en definitiva, con el verdadero pueblo.
Tuvo un enorme espíritu de valentía, para estar cara a cara con los poderosos y los trató de hipócritas, de necios, de generación de víboras.
Lo buscaban arduamente, lo acusaban de predicar la Verdad Absoluta. Enseñó a poner la otra mejilla, pero no hemos aprendido.
También expresó que todos aquellos que tengan sed de Justicia, serán saciados. No discriminó y su fuerza espiritual hizo tambalear al Imperio Romano y al Sanedrín, que pedían su muerte en un madero, porque temían la rebelión del pueblo. Trató de cambiar la espada por la palabra, y tampoco aprendimos.
Si no crees en ÉL, no importa, porque ÉL cree en vos y siempre te hará Justicia.
No hace acepción de personas, por todo esto, fue el primer revolucionario. Y si estuviera entre nosotros, estaría junto al pueblo, combatiría el capital esclavizante, junto a los pobres, junto a los discriminados, los desposeídos, los descamisados, junto a la masa sudorosa y con el mayor de los respetos, JESUCRISTO, sería Peronista Revolucionario.
Amén. Que significa, que ASÍ SEA.
