
Siempre se ha sostenido desde este espacio que el poder de cada nación no lo genera un gobierno sino aquellos dueños de las corporaciones, en Argentina se traduce como el círculo rojo. Y esta semana más que nunca lo entendió Alberto Fernández. ¿De qué sirve ganar una elección, ser mayoría legislativa, cantar la marcha si finalmente tres cacerolos, un diario y la traición de esos compañeros sin convicciones deciden el futuro de un país con más olor a colonia que a nación?
Definitivamente se comprobó que Alberto Fernández carece de liderazgo. El impuesto a la riqueza se transformó en una colaboración por única vez, en principio para terminar tratándose después de cerrada la deuda por si las moscas. Para esos días ya el virus colapsó el sistema sanitario. Debemos entender que el impuesto a la riqueza fue solo un título mediático. El mismo razonamiento podemos aplicar al caso Dalesio y el juez Ramos Padilla. La ética y el trabajo de un juez no alcanzan para vencer al entramado del mal. El espionaje es otro título que puede albergar alguna esperanza de justicia. Todas las noticias terminan en la culpabilidad de Mauricio Macri. Todos los espías se arrepienten y confiesan, aunque la sospecha generalizada es que después del abrazo en Luján, de Alberto con Mauricio es más que probable que las causas superen en tiempo el mandato de Fernández y todo quede en la nada. El caso Vicentín es otra muestra de quien manda en el país, que ha votado una fórmula para dejar de ser una colonia. En el inicio hablábamos que Vicentín era el caso testigo de un modelo nacional en la Argentina, que la oligarquía estaba en jaque y que futuras expropiaciones servirían para aplicar justicia. -No somos Maduro, no somos Chávez, no somos Fidel- más nos parecemos al presidente uruguayo. Ni hablar del control de precios o cualquier herramienta económica que, en sintonía con el planeta, nos lleva al fracaso. Digamos que en este ítem está perdonado.
Alberto Fernández fue claro. Dijo que cuando se equivoque en el camino debíamos señalarlo, debíamos reclamar. Que tenga más poder Magneto con su fortuna de 1.000 millones de dólares y un grupo de medios que jamás se expone una elección está claro y no se discute. Enfrenta a un hombre sin poder que hasta hace unos meses vivía de prestado y carece de carisma para ejercer un liderazgo. Que Alberto pierda la partida contra la oligarquía sojera también es probable y hasta lógico, pero hay casos que no se pueden admitir.
Bajo ningún punto de vista el intendente porteño puede conducir a la derrota sanitaria. El responsable es el presidente y no Larreta. El dirigente amarillo sigue gobernando para sus aportantes mientras el presidente se queja en privado. No se puede admitir la traición del gobernador Perotti que ayudó a que Vicentín de vuelta el partido con sus consejos al presidente y a la justicia. En un panorama esquivo donde los cacerolos están de fiesta al menos se podría controlar los precios de los alimentos. Hoy el dólar está a 93 pesos y la leche a 80. Cinco meses atrás el dólar se fija en 85 y la leche en 55.
¿Quien más, quien menos entiende el poder de los grupos económicos? Se necesita un gran liderazgo político para que estos no dobleguen a un gobierno. Liderazgo que posee Cristina y no Alberto. Nadie critica sobre su accionar en el aspecto sanitario, ni siquiera en el económico, porque al planeta le va mal. Si podemos decir que las bases, el votante espera una alegría que todavía no la tiene. Por ahora son solo títulos en los medios. Macri, al menos, cumplió con su votante. Ya que destrozó el país para propios y extraños, cada semana había un dirigente peronista con un casco en la cabeza que era detenido injustamente. A la derecha la justicia poco le importa, solo pretenden vengarse del peronismo y desperdician oportunidad alguna. Este gobierno poco hace para que Luis D´Elia y Milagro Sala queden libres, charla demasiado con Larreta, posee funcionarios macristas que cobran del estado, mira para arriba cuando la oligarquía aumenta los alimentos y es complaciente con medios hegemónicos. Por ahora, solo para destacar: los remedios gratis, porque las tarifas debían haberse bajado y solo se congelaron. Quizás todo cambia, quizás haya esperanza… pero reitero Alberto nos dijo “señalen el error cuando me equivoque” y hoy el error es ponerle la oreja a demasiado alcahuete.




