EL PODER ES UNA ENFERMEDAD INCURABLE

Por Carlos Galli.
Cuando un gobierno desprecia al pueblo, no merece estar en el poder.
Las mayorías lo sentaron en el sillón de Rivadavia. Es un mero «inquilino» que tiene cierto tiempo para brindar a la ciudadanía una mejor calidad de vida, más digna y que merezca ser vivida.
El poder enferma, hace que las personas que lo tienen, en muchas ocasiones, se vuelvan insensibles.
La coalición gobernante, carece de justicia social, por más planes que otorguen.
Lo único que da dignidad al ser humano, es el trabajo. Y que este sea genuino. Que enaltezca al laburante. Que realmente lo dignifique.
No tiene justicia social, porque carece de Peronismo.
No tiene doctrina. Gobiernan para los obsecuentes y alcahuetes.
El poder no solo enferma, también endurece el corazón y oscurece el alma.
Tiene una secta nociva, llamada La Cámpora, que creen que la revolución se hace cantando canciones infantiles en el ‘Patio de las Palmeras’. Son jóvenes y algunos no tanto, que jamás tuvieron ideales y convicciones firmes. La secta tiene un jefe, que nunca se involucró en causas populares. Ocupa un espacio en el Congreso Nacional, para cuestionar aun a su propio gobierno. Se siente inmune. Intocable. Cree ser imprescindible. Y de imprescindibles, están llenos los cementerios.
Está lejos del pueblo. Nunca padeció hambre, ni miserias. Nació en cuna de oro. Nada le costó. Siempre tuvo todo al alcance de sus caprichos. Pero ocurre que el poder lo va a enfermar de ambiciones desmedidas, y le quita de a poco, su cercanía a las necesidades del pueblo.
Todos los países que tienen y tuvieron dirigentes alejados del sufrimiento de los que menos tienen, de los que más sufren, están condenados al fracaso. Y esta ensalada rusa, esta vidriera de los cambalaches, que es la coalición, ya está en vías y cercana al fracaso, aunque por ahora, tan solo por ahora, los números le dan cierta ventaja.
Han prometido mucho, y han hecho poco, casi nada.
Se sienten semidioses, y son simples mortales con un poder que los enferma.
Durante un año y medio, se dedicaron a retarnos, a decirnos que éramos los responsables de todos los males. En pandemia salieron a la luz todas las miserias humanas, tanto del oficialismo, como de la nefasta oposición.
Están enfermos. El poder los consume por sus avaricias, soberbias, vanidades e hipocresías. Se sienten una casta diferente. Una élite distinta. Tienen privilegios que la gente de a pie no tenemos.
El Covid es un terrible virus que con las vacunas disminuye su poder. Para la dirigencia política, también, la vacuna son las urnas. Siempre que no la manipulen como lo están haciendo con las vacunas.
El poder enferma, aunque a los políticos no les interesa enfermarse de poder, lo peor de todo es que contagia y mucho.




