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Opinión

El peligroso precedente que sienta el magnicidio en Haití.

Por  Margarita  Pécora –

Despertamos  este miércoles  sacudidos por  la noticia del asesinato de Jovenel Moïse, presidente de Haití, y  despedimos el día con imágenes lúgubres de la tragedia que alcanzó también a  la primera dama Martine Moïse quien fue trasladada en estado crítico  a bordo de un avión a Estados Unidos.  Atrás quedó  un  país  bajo  estado de sitio,  con  equipos forenses trabajando en la escena del crimen, y   vehículos militares  rondando las calles en  intensa búsqueda  de  los autores del  magnicidio que, según  fuentes del gobierno,  eran “profesionales”, hablaban castellano  e inglés y portaban armas de  grueso calibre.

“Tragedia,  acto  odioso, inhumano, bárbaro y cobarde”;  son entre otros, los  calificativos  usados por   varios líderes mundiales en sus mensajes  de condena  al  asesinato del premier haitiano de 53 años,  ultimado a balazos mientras dormía en su  vivienda  de Petión-Ville del sur de Puerto Príncipe,  donde la seguridad presidencial  fue   sospechosamente  vulnerada, al punto de lograr un ataque “bien orquestado”, según  valoraciones de Bocchit Edmond, embajador de Haití en  Estados Unidos,  aludiendo a la forma como se presentaron los atacantes haciéndose pasar por agentes de la DEA (Administración para el Control de Drogas de EE.UU.)

Reporteros  desde Puerto Príncipe, la capital haitiana,  describen  el clima de silencio sobrecogedor,  temor e incertidumbre  que cubre las calles del país,   ahora   bajo el control el primer ministro interino, Claude Joseph  con el uso de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas. Según   sus  propias declaraciones confía en que  «la democracia y la República vencerán» la crisis política e institucional que sacude a esa nación caribeña.

Todavía se desconoce  quién  ocupará la vacancia  presidencial, teniendo en cuenta que  Moïse había  nombrado  esta semana,  a un nuevo ministro Ariel Henry, pero aún no había prestado juramento.

La  pandemia fue sin dudas,  el escenario de fondo para que Jovenel Moïse, quien fue electo  presidente interino tras  los polémicos comicios  que marcaron la salida de Michel  Martelly,   se mantuviera   ejerciendo  la presidencia de Haití por decreto, y  en contra de  las fuerzas opositoras que clamaban que el mandato de cinco años de  Moïse, (equiparados con los de Martelly),   habían concluido el pasado 7 de febrero.

Pero  para las cuentas de Moise, quien no pensaba dimitir,  le quedaba un año más en el poder, puesto que no había tomado posesión  hasta  el 7 de febrero de 2017.

Ese tal vez ha sido el motivo al menos  visible de las candentes protestas que han sacudido  al pueblo haitiano, cansado de sufrir  una mezcla de   fatalidades  donde se conjugan  la corrupción política con las adversidades de la naturaleza.

Nunca se habla de  un Haití que prospera económicamente, ni de un pueblo que  consigue la felicidad; todo lo contrario. Decir  Haití es remitirse imaginariamente  al símbolo del país más pobre de nuestro Hemisferio, así lamentablemente  se  ha naturalizado.

Huracanes, sismos,  epidemias, pobreza, inseguridad,  todo  se confabula para asestar uno tras otro más  golpes  al pueblo haitiano que ha visto diezmada  su población.

Ejercer la política y dirigir los destinos  de un  país con tanta inestabilidad (es el único de América que ha tenido más de 20 gobiernos en 35 años), equivale a inmolarse. Tal vez quienes  desfilan por la silla presidencial   lo hagan a sabiendas del destino efímero que tendrán, o el peligro de ser  asesinado, como le ocurrió ahora a Jovenel Moïse.

Pero  ningún motivo, ya sea de rechazo político  opositor, o social en mayor o menor  envergadura, justifica  recurrir a la violencia  como en este caso en que  fue asesinado   cobardemente el hombre que  ostentaba el poder en el país, sin darle  oportunidad ,  si  lo ameritaba,  de   defenderse  ante  la Justicia.

Reza un viejo refrán  que “Cuando veas la barba de tu vecino arder, pon la tuya en remojo”…El asesinato de Jovenel Moïse sienta  un peligroso precedente para la seguridad de otros mandatarios que, casualmente han enfrentado por estos mismos tiempos de pandemia fuertes  estallidos sociales .Iván Duque escribió:  «Nuestra solidaridad con la nación hermana y la familia de un gran amigo de Colombia».   Sebastián Pinera , de Chile en un  mensaje de Twitter  llamó a la «unidad y la paz»; por citar dos presidentes   en la lista  de los primeros que salieron a condenar el magnicidio contra el premier haitiano,  tal vez temerosos de que  semejante  barbarie sea imitada por terroristas de la calaña de los que ultimaron a Moïse.

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