Cuando un vaso tiene la mitad de la capacidad cubierta se puede analizar por lo que tiene o por lo que no tiene.
Por Miguel Ángel de Renzis.
En las elecciones del domingo ocurre igual. Podemos escribir sobre los que pueden ganar o prestarle atención a los que van a quedar afuera.
El padrón ofrece treinta y dos millones de votantes y con una deserción del 25% cada fórmula deberá lograr, al menos, 360.000 votos para poder participar en octubre.
Ahora bien, la sumatoria de los que no logren el piso puede significar entre un 10 y un 15% de los votos. Imaginemos que puedan llegar entre todos los que quedan afuera entre un 8 o 10% y que el otro lo conformen menores de 18 que pueden votar y que no vayan, o mayores de 70 en las mismas condiciones, a lo que habrá que sumarle el voto en blanco y el anulado.
Si los que votaron en blanco en la última elección de la Ciudad autónoma, un 5%, lo hubieran hecho por Lousteau, Rodríguez Larreta que ganó por el 3%, hubiera perdido la elección.
¿Qué hará en octubre el electorado cuyos candidatos queden afuera?
Una masa ciudadana nada despreciable que podría definir el futuro.
El domingo no elegimos nada, preseleccionamos a los que van a jugar en octubre. Y los que quedan afuera, “despreciable minoría” para la prensa canalla, pueden ser determinantes en octubre.
Por eso lo invitamos a mirar la mitad del vaso, no el lleno, sino el vacío.
A Scioli, para ganar en octubre en primera vuelta, le faltaría el apoyo del peronismo ortodoxo y de los independientes.
A Macri, que el antikirchnerismo quisiera encolumnarse con él.
Y a Massa, que peronice su discurso para sumar los votos de De la Sota y de Rodríguez Saa.
Como se ve, nada pasa fuera del peronismo. Y esta es la mitad llena del vaso, porque el país está lleno de peronistas.