Por Gabriel Princip.
Contra todos los pronósticos de los medios dominantes y el sistema político, Donald Trump es el nuevo presidente norteamericano. El continuismo demócrata fue derrotado pese a la amplia cobertura mediática.
Entonces la pregunta es ¿Qué pasó? ¿Por qué el villano ganó? ¿Por qué las encuestas fallaron? ¿Qué pasó con el poder real? La respuesta es muy simple, contra el poder, el cansancio, la pobreza y la decadencia allí se encuentra la gente para definir con su voto y poner en caja una democracia cada vez menos representativa.
Diferente analistas encontraron diferentes culpables para explicar la derrota de la cara liberal de las corporaciones. Las encuestas y los medios fueron responsabilizados por el traspié de Clinton. Otros tuvieron un discurso misógino y machista para poner en blanco sobre negro la derrota, otros reconocieron las virtudes de Trump y los menos responsabilizaron a la gente que a su entender no sabe votar.
La visión que transmitían los medios argentinos sobre Trump era la de un nazi, loco, irrespetuoso, discriminador, en una palabra, un cachivache. Por el otro lado, Hillary era la abuela de Heydi, paciente, comprensiva, llena de paz y continuadora de Obama.
Donald Trump representó en la campaña a Homero Simpson, el auténtico americano. Un trabajador sin formación, amante de la tele y el descanso, que a los gritos tiene razón sobre todos los temas. Eso fue Trump, además prometió aumento de sueldos, prolijidad en la normativa fiscal, menos impuestos para los ricos, eliminar el impuesto a las herencias, promover producción nuclear y ampliar la segunda enmienda para que todos tengan derecho a armarse. Cero ecología y toda idea progresista, apoyándose en una economía proteccionista.
Por su parte, Clinton era el continuismo. Y eso es seguir con una economía que arroja a la calle a 4 millones de americanos por año. Un modelo donde el extranjero le ganaba el puesto de trabajo al yanqui, donde los únicos ganadores del plan eran las corporaciones trasnacionales.
Trump se disfrazó de Homero, habló como Homero y gobernará como Homero. Ahí está la diferencia. La derrota siempre estuvo presente en el bunker Clinton. Sólo se demoró cuando una operación de inteligencia avergonzó en la tapa de un medio a la ahora primera dama. En esos momentos el triunfo visitó a Hillary, claro que cuando apareció el FBI la sonrisa demócrata se exilió.
También los medios apostaron por la candidata y perdieron. 406 medios a favor contra 16 que apoyaban a Trump. Todos publicaban las encuestas, que con el resultado puesto se dice que han fracasado, pero la creencia es que actuaban como herramienta directriz del voto. En una palabra, no se equivocaron, ocuparon otro rol. Todo el mundo corporativo fue derrotado. Se pensó en marketing, en fotos, imagen, caras lindas pero todo esto en el marco de una desocupación y pobreza poco normal para el americano medio.
Trump ganó a pesar de todo y con todo. ¿La Argentina que puede esperar del nuevo presidente? Es la pregunta del millón. En claro está que Trump no seguirá con la Alianza comercial transpacífico del cual Macri prometió acordar y que tanto mal le ocasionaría a nuestro país. El resto ya depende del día a día. Trump es la vieja política. Es el acuerdista con Putin, con la política, es el teléfono rojo y la bandera, es el proteccionismo y el ninguneo para con los sudamericanos. Igual cualquier análisis se confirmará o no el año que viene. Por lo pronto, el negocio argentino es el cambio. La política demócrata no convenía a nuestros intereses, quizás este nuevo gobierno no sea tan perjudicial para con nuestra tierra.