EL CHANCHO Y SUS DUEÑOS

Por Wally Croock.
Hace algunos meses la portada de la Revista Comunas fue una entrevista con un sindicalista de los trabajadores de industrias cárnicas y el título fue: los precios bajan con subsidios o retenciones.
Hace meses que el costo de los alimentos están por encima del número que arroja mensualmente el Indec (es decir la inflación góndola es superior al promedio).
La respuesta del Presidente llegó en forma de entrevista, por la mañana anunció que para frenar los aumentos era necesario subir las retenciones. Lo hizo mostrando su costado de finísimo analista de la realidad, dado que para concretar este anhelo planteó necesario contar con el voluntarismo de la oposición en el Congreso.
La fijación de las retenciones son, por Constitución, una de las facultades que tiene el Congreso. Sin embargo, en 1981, durante el gobierno de facto, a través del código aduanero se delegó la facultad al poder ejecutivo e, históricamente fue el presidente quien tomó estas medidas. El Congreso fue autorizado a modificar impuestos al ejecutivo, pero siempre con límites y plazos.
En Pergamino, el 14 de diciembre del 2015 el presidente adelantó que las cargas se eliminarán para el trigo, el maíz, la carne y las economías regionales; «Se va a compensar con más impuesto a las ganancias», dijo Buryaile quien era el Ministro.
«Apenas aterrice en la ciudad de Buenos Aires, voy a firmar el decreto de retenciones cero por el que la Argentina no tendrá más retenciones a la exportación de trigo, maíz, girasol y productos regionales», textual de Macri publicado en el diario La Nación a 4 días de asumir.
Sin embargo, Alberto quien culpa a su coalición de su falta de confianza analizó que es necesario “desacoplar los precios internos de los externos. El instrumento con el que se hace eso más fácilmente son las retenciones. Ahora, las retenciones son un tema legislativo y necesito que el Congreso entienda el problema y llegado el caso acompañe una decisión de esa naturaleza”, aseguró el jefe de Estado en diálogo con el periodista Ernesto Tenembaum en radio Con Vos.
La oposición tardó microsegundos en responder, entre ellos Alfredo Cornejo sugirió que “el Congreso sí entiende y la única solución no es subir retenciones. Para que la economía funcione se necesita un Gobierno con un plan. Las excusas del Presidente ya no se las cree nadie”.
El resucitado Mario Negri dijo que el Presidente confunde inflación con suba de algunos precios relativos. No se les cae una idea, sólo buscan aumentar la recaudación a costa del sector que más produce. Dejen de expoliar al campo y armen un plan serio”. Resucitado porque dentro de su alianza le estaban probando el traje de líder del espacio a su coterráneo Rodrigo de Loredo.
La indecisión, o peor aún, la decisión de no hacer trae aparejado el resurgimiento de viejas batallas de las cuales no se aprendió nada. El alto costo que tuvo el Gobierno de Cristina Kirchner por hacer “las cosas bien” y llevar al Congreso la reforma del sistema móvil agropecuario, tuvo su contracara en el poco costo político que tuvo Macri años después en hacerlo por decreto.
Ritondo fue claro en este sentido porque aseguró que si el Presidente quiere subir retenciones, se haga cargo y no trate de involucrar a la oposición con maniobras infantiles.
Por su parte Santilli dio muestras de su excelsa prosa y en Twitter expuso “¡Dejen de joder al campo y a los que laburan! Háganse cargo de su ineptitud para resolver los problemas.
No mucho más que agregar, el final fue el anunciado. El Ministro de Agricultura, Julián Domínguez (también desde Twitter) dijo que habló con Alberto Fernández, Juan Manzur, y Gabriela Cerruti, y que “de ninguna manera se van aumentar las retenciones ni enviar un proyecto de ley”.
La nada misma.
Si hoy se plantea la idea de que la oposición tiene que encargarse de la redistribución de riquezas pareciera, cuanto menos, una tomada de pelo a los propios. La buena predica que nunca se va a concretar. No sirve el “pero yo lo dije” cuando es sabido que mejor que decir es hacer.




