El Caribe en tensión: el despliegue militar de EE.UU. que sacude la soberanía latinoamericana.

Por Margarita Pècora –
Como si fueran pocos los sobresaltos que convulsionan a la humanidad con enfrentamientos bélicos que ya han costado miles de vidas, ahora Estados Unidos irrumpe con un despliegue militar en el sur del mar Caribe. Esta acción ha generado una ola de rechazo en América Latina, donde mandatarios —especialmente el presidente venezolano Nicolás Maduro— y altos funcionarios han denunciado el carácter intervencionista de la operación. Ante esta amenaza, Caracas prepara un plan especial de defensa, advirtiendo que responderá con firmeza si se vulnera su soberanía.
¿Cuál es la fachada, la excusa que esgrime Washington para justificar este despliegue? El pretexto oficial es que forma parte de su lucha contra el narcotráfico. Sin embargo, varios gobiernos de la región interpretan esta maniobra como una amenaza directa a la estabilidad latinoamericana. No se trata de una operación antidrogas convencional, sino de una demostración de fuerza estratégica con capacidad ofensiva, lo que ha encendido las alarmas en múltiples capitales.
La preocupación regional se explica por varios factores. Primero, la proximidad geográfica: las unidades estadounidenses están posicionadas cerca de Venezuela, en aguas internacionales pero dentro del radio de influencia regional. Segundo, la narrativa ambigua de Washington, que mezcla el combate al narcotráfico con acusaciones políticas contra Maduro y otros líderes. Tercero, la capacidad de ataque: los buques y aviones desplegados no solo vigilan, sino que pueden ejecutar acciones ofensivas si se ordena. Y cuarto, el historial de intervenciones militares de EE.UU. en América Latina, como en Panamá (1989) y Haití (1994), bajo pretextos similares.
¿Qué está desplegando exactamente Estados Unidos que ha generado esta alarma? Según fuentes oficiales, son más de 4.000 marines y marineros en la región, tres destructores equipados con radares y misiles guiados de largo alcance, un submarino nuclear de ataque (no identificado públicamente), aviones de reconocimiento P-8 Poseidon, un crucero lanzamisiles y otras naves del Grupo Anfibio. También se incluye la vigesimosegunda Unidad Expedicionaria de Marines (MEU), con capacidad de combate aéreo y terrestre. Este despliegue otorga a EE.UU. un abanico de opciones que va desde la vigilancia intensiva hasta operaciones militares directas.
La respuesta no se ha hecho esperar. Gobiernos como los de México, Cuba, Colombia y especialmente Venezuela han reaccionado con preocupación, alertando sobre el riesgo de una escalada militar en la región. Nicolás Maduro ha sido contundente: “Ningún imperio tiene derecho a tocar suelo suramericano”, afirmó, asegurando que Venezuela defenderá sus mares, cielos y tierras con firmeza. Mientras tanto, la administración de Donald Trump insiste en que se trata de una medida de seguridad nacional para frenar el tráfico de drogas, aunque el contexto y la magnitud del despliegue sugieren que hay mucho más en juego.