Por Kurt Wilkens
Cuando meses antes de las elecciones se alertaba sobre las consecuencias de un gobierno conservador, parte de la sociedad no creyó. Cuando se avisaba que los dueños de la pelota, dueños de las corporaciones supranacionales, venían por nosotros, tampoco la mayoría otorgó crédito. Cuando el 9 de diciembre gritó Cristina: “Vienen por ustedes”, quizás nos preocupamos pero la incredulidad volvió a triunfar.
Hoy es un hecho. Y no es Menem II “La historia continúa”, no es el brazo civil de Videla, hoy Macri es la reencarnación de Lonardi, Aramburu y Rojas. Eso es, con otra configuración, más recargado, con más gibas y con mejores aplicaciones.
Mientras Macri asumía, el círculo rojo ponía primera y echaba a andar el vehículo rumbo a la estación entrega total. Melconian reunido con Paul Singer, Prat Gay con el FMI, Sturzenegger con empresarios extranjeros. Un día después, Mau declaraba la revolución de la alegría con los sojeros.
A lo lejos y en el tiempo se leía a Scalabrini Ortiz, “La primer arma de la dominación económica es el empréstito. La segunda es el dominio de las vías marítimas comerciales. En ambas Inglaterra descuella”.
Retornando al siglo XXI el macrismo festeja la ampliación de la plataforma continental conseguida por Cristina y festejada por Mau. Y de préstamos, ni hablar. La idea de colonia retornó a las sufridas mentes argentinas. Militantes populares, trabajadores, clases bajas y medias comienzan a releer la historia. De repente llega el recuerdo de la revolución fusiladora y su plan económico.
Cuando Lonardi tomaba el poder y ensanchaba la grieta, Arturo Jauretche opinaba sobre el plan diseñado por Raúl Prebish. “La idea central no es otra que la de retornar a la Argentina colonial con una economía basada en la producción y exportación de materias primas a los costos reducidos de una mano de obra abaratada por la desocupación y la miseria. Será el momento de la crisis deliberada y conscientemente provocada”.
Los despidos cotidianos sin razón alguna, los tarifazos, el ajuste fiscal, la declaración de emergencia en todas las áreas gubernamentales, la reducción del presupuesto en salud, educación y vivienda y la falta de liquido en la calle reviven los dichos por el hombre de Lincoln 60 años después.
Este emblema del peronismo fallecido en 1974, unos días antes de Perón, siguió analizando la fusiladora. Ni bien comenzó el plan económico de estos golpistas escribió: “El plan significará la transferencia de una parte sustancial de nuestra riqueza y de nuestra renta hacia las tierras de ultramar. Los argentinos reduciremos el consumo, en virtud de la elevación del costo de vida y del auge de la desocupación. De esta manera, no solamente aumentarán nuestros saldos exportables, sino que serán más baratos, lo que será aprovechado por el consumidor ingles que ensanchará su cinturón mientras nosotros lo achicaremos”.
Si encontramos alguna relación entre estos dichos y la actualidad no es pura coincidencia, es el ABC de la entrega ilustrada.
Hoy vivimos en un juego de tenazas donde el poder maneja la justicia y la prensa. Ambos con el consentimiento político. Los medios en cadena hablan de corruptos, ladrones, ñoquis, militantes y muestran al gobierno en estado de sumisión total con el imperio en su versión Obama. Pero mientras probamos o no que Báez se la llevó toda, queda marginado el aumento de la inseguridad y la tasa de suicidios. Nadie critica el 900 por ciento de aumento en la luz, 500 en el agua y 300 en los transportes. Eso se llama “normalizar”, quizás valga el termino para congelar algunos salarios u otorgar mini paritarias. De a poco Macri dejará en el olvido a Menem y a este paso, el decreto 4161 de prohibir la mención de Perón y el plan de la fusiladora, que duró tres años, de total entrega será similar. La diferencia es que el actual modelo viene recargado.