Opinión

Diabólica de los pies a la cabeza.

 

Por  Margarita Pécora   –

Si a uno  que no vivió los hechos,  le indigna  escuchar  cómo se les arrebata  la razón a los familiares  de las víctimas del  terrorismo de Estado  impuesto por  la dictadura cívico militar que  marcó con sangre y despojo   a la Argentina,   imaginense cuánta rabia e impotencia  estarán sintiendo  esas personas que todavía  están buscando a  sus familiares desaparecidos, cuando quedan con vida quienes guardan el secreto del lugar donde los arrojaron, y  cuando aparece  una diabólica señora  con hambre de poder en papel de cómplice,  negando y tergiversando una realidad  imposible de tapar con un dedo.

¡Hay que ser diabólica y estar bien desesperada por  hacerse de un cargo de vicepresidenta  de la nación argentina, para  agitar de tal manera  la teoría  de “los dos demonios” y  llegar a la Legislatura del pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, a  negar ,  como en su momento  lo hizo Mauricio Macri , la cifra de 30 mil desaparecidos.

Eso hizo  ayer  en un polémico homenaje en la Legislatura porteña, la candidata a vicepresidenta de la ultraderechista La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, compañera de Javier Milei,  quien reivindica la dictadura militar y honra a genocidas.

Torciendo  la historia plagada de testimonios de los que sufrieron en carne propia a la dictadura,   la  señora Villarruel sostuvo que “el Estado en democracia nos está violando los derechos humanos para garantizarle la impunidad a un grupo de violentos que hoy gozan de libertad y de las garantías que les da nuestra democracia”, volviendo a revivir la teoría de los dos demonios, que equipara los actos de la guerrilla con el terrorismo ejercido por el Estado durante la dictadura (1976-1983).

Y lo peor de todo, es que no conforme con esa negación, provocó  y lastimó  las heridas  abiertas  en tantas familias argentinas, diciendo  que  “no existió terrorismo de Estado”, y que “después de 40 años de una visión amputada de los derechos humanos y de demonizarnos (a los militares de la dictadura) ya no les tenemos miedo”.

Una teoría conspirativa, sin lugar a dudas que no resiste análisis. Para  quien no vivió  este proceso, con quien escribe estas líneas,  basta con haber visto durante las últimas décadas  la plaza de Mayo  bañada de lágrimas de madres y abuelas  peregrinando y clamando por sus hijos   y esposos desaparecidos,   algunos eran  estudiantes, gremialistas o   simplemente obreros.

Y si  alguna duda queda del ensañamiento  que caracterizó a esa dictadura,  hablan por sí solos los  hijos  y nietos  recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo y Madres Fundadoras,  gracias a un Banco Genético y  a los trozos de historia  que  han armado el rompecabezas de tanta barbarie.

Es repudiable   el negacionismo  que se trata de volver a imponer cuando se cumplen 40 años de la recuperación de la democracia. El negacionismo «es la quintaesencia de la violencia simbólica» y, disfrazado de opinión, busca «abrir una brecha» en el rechazo social a los delitos de lesa humanidad y en la deslegitimación de los represores. Esto  ha dicho  el profesor universitario, investigador, ensayista y crítico cultural Alejandro Kaufman, para quien resulta necesario limitar este tipo de mensajes.

Y  es que  Argentina necesita  su Ley contra  este fenómeno que pone  en duda, banaliza o niega  los crímenes de lesa humanidad y el sufrimiento de las víctimas de la última dictadura militar con expresiones emparentadas a los discursos de odio, en pos de instaurar una narrativa «fraudulenta» y otro «orden» social.

Por suerte,  ya  están las primeras  ideas  contenidas en algunos proyectos parlamentarios que  podrían  replicar normativas ya vigentes en otros países  donde  se condena a quienes niegan los crímenes cometidos durante el régimen nazi y la Segunda Guerra Mundial bajo el mando de Adolf Hitler, países como Alemania, Francia, Suiza, Austria, Bélgica, España, República Checa, Israel, Letonia y Liechtenstein tienen legislación que penaliza, con matices, a quienes justifiquen o nieguen el holocausto.

Por lo pronto, no hay ley, y de ese vacío legislativo se aprovecha  una diabólica libertaria que utiliza esas reivindicaciones de la dictadura, avasallando  a los derechos humanos.  Pero  precisamente desde las organizaciones de Derechos Humanos le responden a Villarruel: “En este país no hubo una guerra entre dos demonios, sino que fue un terrorismo de Estado, un genocidio con 30 mil víctimas directas, delitos aberrantes y crímenes de lesa humanidad que no prescriben”.

 

 

 

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