La derecha en la Argentina no se cansa de perder, pero no está preocupada, sabe que en períodos democráticos siempre será así, porque las grandes mayorías no pueden apoyar un proyecto de exclusión, sólo los torpes y los ignorantes pueden acompañar a quienes en definitiva habrán de ser sus victimarios.
En la larga historia universal los pueblos no siempre han tomado el camino correcto, pero hoy con todos los medios y posibilidades a la vista, solo quienes olvidaron el pasado y se niegan a ver los proyectos a futuro, pueden votar en contra de sus propios intereses. Los prejuicios, el afán de pertenecer a una casta a la que es muy difícil llegar, suelen torcer el razonamiento de algunos, pero a poco de andar todo se diluye y necesariamente triunfan las grandes mayorías nacionales y populares. Así ocurrió en las elecciones provinciales de Tucumán y Chaco donde el Frente para la Victoria se alzó con holgados triunfos que superaron el 10 % sobre todos los rivales unidos.
Sabe la derecha que solo puede imponerse con gobiernos de facto o con quien logra acceder al poder mintiendo, para luego cambiar sus principios y vender el alma al diablo y el país a los grandes capitales internacionales. Son vanos los intentos para desestabilizar a los gobiernos nacionales que construyen Estados fuertes para beneficio de los más necesitados, está ocurriendo en Venezuela, Ecuador, Brasil y Argentina, hace muchos años que en estos países existe una campaña internacional atroz en su contra, que en complicidad con los autóctonos secuaces a sueldo, intentan derrocar a las legítimas autoridades, como lo hicieron en Paraguay, aunque todo parece indicar que muy difícilmente lo logren.
A pesar de los movimientos de mercado y las denuncias por corrupción que sufre por ejemplo Dilma ROUSSEFF, estimo que su derrocamiento hará descender de los morros al pueblo brasilero y reinstalará al Partido de los Trabajadores en el poder, con un líder carismático, inteligente y honesto como LULA, que todavía tiene mucho para dar.
Se necesita tiempo y su transcurso no beneficia ni a la derecha latinoamericana ni a la gran potencia del norte, que parece haber tocado su techo a la par del crecimiento de China y el lento pero paulatino avance de Rusia.
GARCILAZO