Contradição não tem fim
Por Diego Manuel Vidal (Periodista argentino radicado en Brasil)
Brasil, país extraño que tiene la característica de ser el mayor de Latinoamérica con una riqueza superlativa que se reparte de la manera más injusta conocida. Donde más de la mitad de su población es de origen africano, pero el parlamento y la mayor parte de los cargos públicos son ocupados por gente blanca y rica. Nación conocida por su música, el fútbol y el carnaval más alegre del mundo, gobernada durante 13 años por una fuerza política de izquierda aliada a los conservadores provinciales que fueron socios de todos los gobiernos, dictadura incluída, tuvo un ministro de economía neoliberal ex banquero y al frente del Banco Central a un funcionario del FMI, organismo internacional al cual éste mismo gobierno había abandonado después de cancelar sus deudas.
Tropicalísimo, desenfadado, informal, sensual y libertino, que tiene tantas iglesias como bares por cuadra, con bancadas parlamentarias que representan religiones, militares o polícias pro dictadura y torturas, lobbystas de fábricas de armas que llegan con el consabido discurso de la inseguridad para vender más armas, legisladoras y legisladores machistas y homofóbicos, incluso un payaso de televisión que ha sido uno de los más votados en las últimas elecciones.
Este enorme rincón del Sur americano, con casi 230 millones de habitantes y la reserva de biosfera más grande del planeta, pierde bosques a diario del tamaño de un campo de fútbol, tiene esclavos y campesinos explotados, que cuando levantan la voz son masacrados por fuerzas de seguridad y matones privados, ambos pagados por los grandes terratenientes, que a su vez son defendidos en sus agronegocios por la ministra de asuntos agrarios que nombró la presidenta ex guerrillera, que no sancionó una reforma agraria integral como le vienen reclamando desde la mayor organización social: el Movimiento de los Sin Tierra, que a pesar de eso han salido a las calles para oponerse al golpe parlamentario que quiere derrocar a la mandataria que los escuchó poco o nada.
Salir de la pobreza fue la aspiración de generaciones enteras, olvidadas y perseguidas, sólo el Partido de los Trabajadores pudo sacar a 40 millones de almas de ese estado penoso de vida, con vivienda, salud y trabajo digno, pero sin contenido político y por lo tanto generando la sensación de los beneficiarios de que lo recibido les corresponde porque sí sin más. Quizás porque esta misma fuerza marxista y cristiana, nacida al calor de las luchas obreras antidictatoriales, organiza cursos de formación política con una matrícula de 500 reales en un país que el salario mínimo apenas llega a 700.
Y así se llega al pedido de juicio político contra la primera mujer gobernante, a la que no se la puede acusar de ningún acto delictivo contra el erario público, cobra de coimas u otro crimen en uso de sus funciones. En tanto, más de la mitad de quienes la juzgan, comenzando por el titular de la Cámara de Diputados, están sospechados y procesados por corrupción, con cuentas millonarias en Suiza sin declarar y empresas fantasmas en paraísos fiscales.
Difícil comprender tanta injusticia y contradicción en este Brasil que por ley una niña de 14 años puede ejercer la prostitución porque tener sexo con ella no es delito si fue «consensuado»…




