Opinión

CONDUCIR NO ES MANDAR

Por Wally Crock.

Dentro del espectro político siempre hay oficialistas, opositores e indiferentes. Este tercer grupo es el más peligroso y como expresó el mismo Perón: “esos son como la bosta de las palomas, no tienen ni buen, ni mal olor. Debemos prescindir de buscar su inclusión al movimiento”.

Los otros dos sectores persiguen una idea, aunque pueda ser opuesta ya tienen un punto en común.

Para ganar una elección es sabido que se necesita del apoyo de los mal llamados independientes, entonces, por querer congraciarse con ellos muchas veces se deja librado al azar al electorado propio.

Varias trampas en esta jugada, por un lado, la indefinición de los “propios”. ¿Quién le es propio a Alberto Fernández? ¿Su electorado? o ¿Los sectores concentrados de poder para los que gobierna?.

Basta con ver el dinero que recibe el multimedio Clarín para brindar sus opiniones del Gobierno. Es el equivalente a 44 millones de los planes sociales que diariamente defenestra.

Por otro lado, la falsedad ideológica de los indefinidos. Como quien vota a Macri y dice “son todos iguales”. Ajá, pero votás siempre al antiperonista.

Entonces se pierde tiempo en explicar cosas que presuntamente son objetivas e irrefutables, “y que la causa se quedó sin demandantes, y que no se puede citar dudosos documentos que ya fueron tratados, y que la figura de asociación ilícita es inaplicable en este caso, etc, etc, etc.”, y es hablarle a una pared.

Se instaló en varios periodistas que comúnmente escapan a comentar temas políticos que “las pruebas en contra de la ex Presidenta son contundentes pero este es un caso viciado por la política que busca desprestigiar la figura de Cristina”.

Uno no entiende. ¿Están diciendo que es una persecución?¿Dicen que hay pruebas contundentes? Deben pensar que quedan bien con todos.

“El papel de los medios es fundamental, no hay que educar a la gente. El reality show venció a la realidad”, publicó un gurú ecuatoriano que debe estar comiéndole la billetera a algún proto macrista por el mundo. Durán Barba expone en su libro El arte de ganar que “el electorado está compuesto por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente. Las elecciones se ganan polarizando al electorado, sembrando el odio hacia el candidato ajeno…”.

A Durán le sucede lo que a muchos políticos, incluidos en esta coalición gobernante, no entienden al peronismo.

Hay una máxima gorila, que de tantas veces repetida es casi una zoncera, “los gobiernos populistas buscan generar un pueblo embrutecido para tener un voto cautivo”.

Cada parte de la frase necesitaría una segunda lectura pero por extensa nos demoraríamos mucho.

¿Cuál es el pueblo al que apunta a gobernar el peronismo?

Esto está escrito, no es una suposición ni una libre interpretación.

Lo mejor no es que un caudillo conduzca y el resto lo siga sino conducir un pueblo de conductores.

La conducción implica poder ejercerla y entender en qué contexto debe delegar para beneficio personal. Pero está claro que para entenderlo hay que pensar, no hay nada más lejano a esto que la frase: el “populismo” quiere un pueblo bruto para gobernar.

Pasaron décadas, generaciones de ignorantes, que nunca entendieron que «conducir no es como muchos creen mandar, conducir es distinto a mandar, mandar es obligar, conducir es persuadir, y al hombre (y la mujer) siempre es mejor persuadirle que obligarle.»

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