Con cerrar Guantánamo, no basta. Nos la tienen que devolver
Con la piel curtida por un sol despiadado, los ojos y el corazón ardiendo, observo desde un mirador natural, a respetable altura sobre el nivel del mar, lo que muchos de mis compatriotas aspiramos sea dentro de poco, apenas el recuerdo del último reducto norteamericano en tierra cubana: la base naval de Guantánamo.
Por Margarita Pécora B.
Verla de cerca, cuesta casi una odisea pasar junto a la mayor salitrera cubana, el costado del pobladito de Caimanera, más aún, por los numerosos puestos de vigilancia, rumbo al Destacamento de la Frontera con la tristemente célebre Base en ese pedazo de tierra amputado a Cuba en el extremo más oriental de la isla.
Y es que no alcanza con mirar desde el Cerro Guayabo o la Loma de la Gobernadora, para intentar registrar las últimas imágenes del movimiento cotidiano de los intrusos que ocupan la Base instalada en un área de 117,6 kilómetros cuadrados de una porción de la bahía guantanamera, arrebatada a los cubanos desde 1903.
Uno va con sentimientos encontrados: Por un lado la esperanza que anida desde que viene escuchando la promesa del presidente de EE.UU, Barack Obama en su campaña, reiterada en días más recientes, que va a cerrar Guantánamo. Pero sin hablar claramente de devolverla, como corresponde, porque ese pedazo de suelo, así lodoso y salino, nos pertenece.
Por otro lado nos sacude la impotencia ante el solo recuerdo de tanta sangre y humillación que ha costado, y de la que varias hiladas de alambre de púas son testigos mudos por la pérdida de muchas vidas jóvenes en una espiral de agresiones que parecía nunca acabar.
Basta recordar aquel 19 de julio de 1964, cuando en medio de una grosera provocación de centinelas fronterizos norteamericanos contra las postas cubanas de Guardafronteras, fue asesinado a mansalva el joven soldado de 17 años Ramón López Peña, en la casamata donde cumplía con su turno de guardia.
La lista de agresiones físicas y morales es larga: con la vista recorro en el interior de una trinchera bajo tierra , las imágenes de un soldado norteamericano que se baja los pantalones y muestra sus blancos genitales a los soldados cubanos, quienes ya habían sido provocados con el lanzamiento de piedras y latas de carne para remate de la humillación.
Por el momento, todo indica que el cierre total de la cárcel tropieza con obstáculos diversos, por un lado la demora en el traslado de reos a los países que los acogerán, por otro el rechazo del Congreso a la iniciativa de Obama, y hasta la dimisión del funcionario norteamericano que negociaba el asunto.
Y pensar lo fácil que llegaron y se instalaron, en una base que de carbonera y naval puramente, como decía aquel Tratado oprobioso que firmó un Presidente desquiciado de apellido Estrada Palma, no tuvo nada, y sí mucho de bastión del Imperio del Norte, para espiar, amedrentar y por qué no también, para planear posibles invasiones a otros países vecinos.
Por eso, si devolver Guantánamo es tomado verdaderamente en serio por la administración estadounidense, la respuesta pacífica por la parte cubana, en función de la mejor convivencia con el vecino del Norte, podría ser -instalar en la bahía guantanamera, un puerto de contenedores al estilo del Mariel donde empresarios cubanos y norteamericanos escriban nuevas páginas, de relación comercial y de intercambio, bajo las banderas del respeto a la soberanía que es lo que hasta hoy siguen violando.




