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Opinión

CIRUJAS MEDIATICOS

Por Simon Radowistky

Los medios hegemónicos siguen dominando las mentes de aquellos pobres incautos que creen
que el periodismo es el cuarto poder, que existe libertad de expresión, que te cuentan que
están informados porque almuerzan con tal o cual noticiero o que la vecina les contó que
escuchó en la radio determinada información que pasado el tiempo resultó una operación.

La mesa sobre las cartas diría un conocido cómico. Existe libertad de empresa, el poder es de
cuarta y la vecina escucha lo que quiere escuchar. Estas líneas sirven como introducción para
entender que los medios nos quieren convencer que el país es serio cuando uno se jubila a los
90 años, que el despido sin indenmización es el comienzo de una nueva aventura y que si un
blanco corre por la 9 de julio es un atleta pero si es negro es un ladrón.

Los canales de cable presionan al presidente para que su economía sea de color liberal y los
empresarios contraten por bajo costo. “Tenemos que atraer inversiones”, “si el costo es caro
quién viene a invertir, se preguntan al unísono”, “si no hay seguridad jurídica pocas empresas
vendrán a la Argentina” y demás falacias o zonceras que emiten los Feimann, los Castro, los
Jonatan, los Vilouta y demás soldados del sistema. A la zoncera siempre se le agrega una pizca
de odio y alguna frase que indique que Cristina está de más, es loca, se dobó todo y demás
giladas mediáticas.

Alguna vez, Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina” escribió” el sistema es
muy racional desde el punto de vista de sus dueños extranjeros y de nuestra burguesía de
comisionistas, que ha vendido el alma al diablo a un precio que hubiera avergonzado a Fausto.
Pero el sistema es tan irracional para todos los demás, que cuanto más se desarrolla más
agudiza sus desequilibrios y sus tensiones, sus contradicciones ardientes. Hasta la
industrialización, dependiente y tardía, que cómodamente coexiste con el latifundio y las
estructuras de la desigualdad, contribuye a sembrar la desocupación en vez de ayudar a
resolverla, se extiende la pobreza y se concentra la riqueza en esta región que cuenta con
inmensas legiones de brazos caídos que se multiplican sin descanso. Nuevas fábricas se
instalan en los polos privilegiados de desarrollo pero menos mano de obra se necesita”.

El libro es de la década del 70 y nos indicaba que las inversiones extranjeras son solo negocio
para el foráneo. Hoy en día el cirujeo informativo es utilizado por los cartoneros de la noticia
para justificar que el liberalismo y sus hijos, ajuste y pobreza, son la solución. Los Espert nos
hablan del siglo 19 y del milagro argentino. Pero estamos en el siglo 21 y Espert hablando de
1896 ni siquiera llegó a Jauretche. Federico Bernal traduciendo al hombre de Lincoln en el libro
“El pensamiento nacional” dijo: “durante el milagro argentino (1880-1930), la Argentina fue
culturalmente francesa, alemana en su ejército, inglesa en la marina, demográficamente
española e italiana, y nuevamente inglesa en su estilo, en el campo y en el comercio, así como
victoriana en sus valores éticos y romana en su tradición religiosa. Claro que todo terminó con
la llegada de la década del 30. En adelante, la Argentina dejaría de crecer hasta la llegada del
peronismo”.

Espert nos habla de un país para pocos y sin derechos. El cartonero Feimann repite hasta el
hartazgo este discurso, no sin antes contar que hace calor o frío por culpa de Cristina.
La actualidad nos marca que nuestro país fue arrasado por el neocolonialismo, aunque
algunos disfrazan esta nueva colonización con el término liberalismo. Lo cierto es que hay que
ponerla de pie y en eso se halla el gobierno. Pero la Argentina no saldrá adelante con medidas
liberales, con bajo costo ni aumentando la edad para jubilarse. Tampoco hay que escuchar a
los cirujas de la información. Hay una esperanza y tiene que ver con una buena negociación de
la deuda eterna y a partir de allí desarrollar un modelo nacional. Caso contrario volveremos a
la socialdemocracia de los 80 o si el discurso de Espert triunfa retrocederemos dos siglos. Pero
al menos empezamos por algo, dejemos de escuchar a los cartoneros mediáticos.

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