Cae el telón y Argentina vuelve a lo mismo

Por supuesto que esta Cumbre de poderosos presidentes alineados en el G-20 no deja a los habitantes de la Argentina, un país emergente y en crisis, ningún beneficio al menos por ahora que es cuando urge resarcir los severos daños ocasionados durante estos 3 años de brutal ajuste y recesión económica , que es lo que verdaderamente ocurre en la Argentina real, puertas adentro y manejada por un presidente de imagen debilitada, que ya empezó a sacar rédito político de la Cumbre, afirmando que “todos” sus pares están de acuerdo y consideran correctos los cambios que realiza en el país.
Por M.P.B
Es a partir de ahora y ante la pírrica victoria que le deja el haber encabezado esta Cumbre, que el inquilino de La Rosada va a empezar a sacar agua para su molino , ordenando que amplifiquen mediáticamente cada uno de los acuerdos que logró cerrar en las reuniones bilaterales con sus pares, no importa si se van a concretar varios años más tarde, creyendo que con eso bastará para devolver la credibilidad a los argentinos que hoy viven en cuenta regresiva frente a una inflación que ya se comió varias veces el salario y ahora va por la vida de la gente.
A partir del lunes , cuando hayan sido eliminadas todas las vallas que convirtieron a la Capital Federal en una ciudad sitiada con más de 23 mil agentes de la seguridad en las calles, y hasta órdenes de disparar por la espalda a quien mueva un dedo, empezarán a salir de sus casas, a continuar el angustioso día a día, los vecinos/as que estuvieron obligados a guardarse y consumir el espectáculo del G-20 por la Tele, mientras en las góndolas de los supermercados, los precios seguirán escalando las nubes, casi como una burla al bolsillo esquilmado, al igual que las facturas de servicios; todo un combo para aniquilar la más mínima esperanza de las familias de disfrutar un viaje de vacaciones , ni qué decir los que perdieron e l empleo o los que viven en las calles, que volverán resignados a colocar su colchón en las ochavas o portales.
Detrás de bambalinas y la alfombra roja del Colón perfumada con caros ambientadores, hubo un espectáculo que, digno es de reconocer, brilló gracias al talento artístico de los argentinos que hicieron quedar bien al presidente con la honorable visita, y hasta cobrarle algunas lágrimas, pero esa alegría y colorido bien sabe el inquilino de La Rosada, que solo brilla en un espectáculo ocasional, porque Colón afuera, el espectáculo es otro, de tristeza y desesperanza de millones que no le creen una mentira más de que “este va a ser el último sacrificio”, mientras la bicicleta financiera sigue pedaleando sobre un carril de pobreza creciente.
Muchas lecturas se hacen por estas horas de lo que ha sido el G-20, lo cierto es que un grupo de mandatarios de las naciones más ricas del planeta, llegaron disimulando a penas los severos conflictos que dejaron en sus naciones. Y no vinieron precisamente a dar un espaldarazo a Mauricio Macri, sino para aprovechar la ocasión de ventilar en tierra sudamericana, los serios problemas que ponen en peligro intereses supremos, como por ejemplo, los que ocupan a Estados Unidos y China en disputa por la hegemonía económica del mundo.
Una tironeo que ya los Medios califican como “guerra comercial”, y en la que lejos de limar asperezas, la vocera de EE.UU que trajo Donald Trump echó más leña al fuego tildando a los chinos de “depredadores”.
Calificativo que no responde al pensamiento de una persona en particular, sino del gobierno norteamericano que ve avanzar imparable y exitoso al gigante asiático, trazando su ruta hacia los países pobres de América Latina, -patio trasero que perdió Estados Unidos -, y que lo hace proponiendo ventajas comerciales muy competitivas, que resultan difíciles de rechazar si se las compara con las del arrogante vecino del Norte, que pisotea y engaña.
Hasta en los gestos en medio del protocolo reafirman esa soberbia imperialista de Donald Trump quien hizo todo lo posible por diferenciarse del resto de los presidentes, no solo llegando tarde a citas agendadas, cancelando reuniones , dejando plantado a Macri en medio del escenario, o caminando arrogante delante de sus pares para hacerse seguir y mostrarse omnipotente.
Otro que quiso disimular su pesadilla es el presidente de Francia Emmanuel Macrón, que creyó poder escapar a la tensión que vive en su país, provocada por miles de ciudadanos que ataviados con chalecos amarillos tomaron las calles nuevamente para protestar violentamente contra la subida del precio de la gasolina. La promesa de poner mano dura a su vuelta al país, sonó como la única respuesta de quien no considera el diálogo como la herramienta idónea para devolver la paz al país galo.
Lejos de lo anecdótico que deja esta Cumbre, están hoy en la balanza de lo positivo y negativo, la declaración final donde destacan el comercio y el cambio climático, temas donde precisamente el mandatario de EE. UU remó a contracorriente.
Trascendió el respaldo a la reforma de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el organismo encargado de dirimir las disputas comerciales internacionales, entre otros temas.
Pero si alguien albergaba la esperanza de que en el diálogo con la primera ministra británica Theresa May, el presidente Macri al menos con un mínimo de dignidad y patriotismo, insinuara el reclamo de la Argentina sobre las Islas Malvinas que le pertenecen, se equivocó; al contrario, Macri se mostró complaciente con la mandataria del país ocupante y hasta se vanaglorió de haber impulsado el proceso de reconocimiento de los soldados caídos , y por el establecimiento de los vuelos entre Malvinas y la Argentina para favorecer a los isleños.
Tras las bambalinas del espectáculo-reunión que fue el G-20, queda una Argentina que tendrá que seguir viviendo con la pobreza y escuchando el discurso triunfalista de un presidente que cree estar haciendo todo bien, y que el mundo le da una palmada en el hombro para que siga impulsando su carrera por un mandato más de “cambios” ajuste mediante.




