Un trabajador despedido del Estado Nacional, Provincial o Municipal, pasa del ser a la nada en solo un instante: El viernes integraba la nómina de empleados y el lunes ya no está más, le prohíben el ingreso, ni siquiera puede retirar sus pertenencias, le liquidan el sueldo a fin de mes y se queda en la calle, por supuesto no cobra ningún tipo de indemnización laboral.
Al otro día los que quedan se miran en silencio como diciendo: “Somos menos, tendremos que trabajar más, no podemos hacer nada, solo callar y esperar”. Nada cambia, el edificio, los escritorios, los patios, las ventanas, todo sigue igual, parece que nada hubiera ocurrido, las paredes son mudos testigos de ese vacío de voces y proyectos de los que ya no están, ni van a volver porque están manchados con la sospecha de una justa causa, totalmente indemostrable y carente de toda justicia porque no concede ningún tipo de defensa.
Salvando todas las distancias de tiempo y magnitud, a veces las explicaciones coinciden, el 14 de Diciembre de 1979 cuando le preguntaron aVIDELA por los desaparecidos, dijo exactamente: “El desaparecido no tiene entidad. No está ni muerto ni vivo, es un desaparecido y frente a eso no podemos hacer nada”.