Opinión

Bolsonaro se disparó a los pies con una escopeta.

Por  Margarita  Pécora  B.  –

Revientan las  redes con los comentarios que ha originado la nefasta confesión de Jair Bolsonaro  dando lugar a una denuncia de pedofilia  o tolerancia  de la prostitución infantil. El hecho ya había ocurrido en el 2020, pero  emergió en medio de la pulseada electoral que se define en el  balotaje del 30 de octubre contra  el también candidato presidencial candidato  Luiz Inácio Lula da Silva.

Y todo sucedió  a raíz de los  propios dichos de  Bolsonaro que, en 2020 para desafiar la cuarentena había visitado una casa con menores venezolanas  que creyó que eran prostitutas  porque tuvo “onda” con ellas. Ahora,  ese disparo  que  hizo a sus  propios pies,  lo llevó a los gritos  a  desmentir los hechos. Una mujer venezolana  desenmascara al fabulador, pero no es de confiar su testimonio.

Jair Bolsonaro  no aprende. Comete una y otra vez el mismo error. Hablar demás, mentir desvergonzadamente y lo peor, sobre un tema tan sensible  como es  la prostitución infantil que  está  bajo la mira de medio mundo, porque es un flagelo imperdonable y deja mucho que decir para alguien que se  dice “Cristiano” y defiende los valores de la familia como él.

Después que en medio de la pandemia  se la quiso dar de  machirulo,  faltando el respeto incluso a su propia familia sobre una visita a la casa  donde había menores de nacionalidad venezolana con las que según dijo “pintó onda y volví”, ahora intenta  dar marcha atrás a la grave acusación que pesa sobre sí.

El propio  Bolsonaro,  narró  sobre  una  recorrida   por  una comunidad pobre de Brasilia: «Paré la moto en una esquina, vi unas niñas, bonitas ellas, de 14, 15 años, estaban arregladas, un sábado en una comunidad. Eran parecidas. Pintó onda y volví. Les pedí entrar a la casa y entré. Había unas 20 arreglándose, todas venezolanas. Yo me pregunto…¿Chicas bonitas de 14, 15 años se arreglan un sábado ?¿Para qué? Para ganarse la vida».

Ahora no se sabe  si las declaraciones de una presunta mujer venezolana, que dijo haber presenciado la visita,  salvarán  a Bolsonaro del escándalo, o lo hundirán más. Primero, porque la  mujer no se identifica lo cual pone en duda su relato,   de que  “lo que había en esa casa en ese momento no era una reunión de niñas prostitutas, sino un encuentro con inmigrantes organizado por una brasileña estudiante de maquillaje y peluquería para practicar cortes de cabello, aplicación de pestañas postizas y pintura de rostro”.  La mujer  no identificada añadió “»Estaban mi hija y mis sobrinas».

Entonces, ¿por qué  el presidente de Brasil, de manera irresponsable  e inmadura dijo todo lo contrario? Por menos que eso, a un ciudadano común  la justicia lo  condena severamente. ¿Se va a  quedar este tema en un simple careo entre  rivales  electorales? Veremos qué pasa.

 

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