
Las consultoras prevén un futuro cercano, electoralmente hablando mediante encuestas, entrevistas personales y callejeras pero no dictan el formato de país de aquí a dos, tres o cien años. Sacan una foto política y la comercializan.
Entonces, hoy sabemos que Macri sigue cayendo en su imagen, que Cristina aumenta pero no se presenta porque no gana, que el peronismo unido jamás será vencido y que el dólar futuro estará a 34 pesos en diciembre de este año. El futuro cercano, el argentino ya lo sabe, pero no lo evita. La pregunta será cual es
el futuro lejano?.
Sabemos que tenemos una deuda a 100 años, aunque presentimos que la deuda como la vida de la Tierra será eterna. Sabemos que para que vuelva un peronismo del 46 o del siglo 21 falta al menos década y media y también sabemos que el proyecto amarillo es de entrega absoluta para el retorno al coloniaje como diría Jauretche.
Una idea que no puede ser maltratada en ojos amarillos es hacer de nuestro país un símil de Puerto Rico. La tierra de Calle 13 es un estado asociado a los Estados Unidos. Fue provincia española hasta la guerra de 1898 entre hispanos y yanquis . Son ciudadanos norteamericanos desde 1917, pero no pueden votar, salvo que residan en territorio yanqui. Tienen estatus de autogobierno pero no discuten ni presupuesto ni presidente. Algunos hablan de Puerto Rico como nación, pero es solo una colonia.
Hoy la Argentina es una nación en crisis, pero una nación al fin. Claro que Macri se esfuerza para que el país donde nació se parezca algún día a Puerto Rico. Argentina, fue el país que solo fue libre entre 1946 y 1955 y desde el 2003 hasta el 2015 sufre las consecuencias constantes de un ajuste brutal que empobrece a una población que hasta hace tres años gozaba del mejor sueldo de América Latina y una serie de derechos que, a medida que transcurre este gobierno de derecha, observa como caen cual lluvia de primavera, en forma
constante y molesta.
Mauricio Macri, que es Blanco Villegas, interpreta a la oligarquía a la cual pertenece. Esa misma que se subordina a las corporaciones supranacionales pero que somete a los habitantes de un país con pobreza y humillación. Esa oligarquía que recuerda esas épocas de tirar manteca al techo mientras el trabajador no tenía derechos, pero si hambre. Esas décadas tan infames como estos días donde la diferencia entre un obrero y un animal es que este último está bien cuidado o como decía Eduardo Galeano “la lluvia que irriga a los centros del poder imperialista ahoga los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes- dominantes hacia adentro, dominadas hacia afuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga”.
La oligarquía es dueña de la tierra. Esos terrenos con olor a pólvora y sangre. Son dueños de riquezas mal avenidas y de un ejido donde crecen alimentos que la población consume a precios escasamente accesibles. Las corporaciones se adueñaron de las riquezas. Ambos, cual trabajo de pinzas, someten a una población que solo atina a trabajar y votar. Votan un sistema que los somete en forma cotidiana. Ese establishment hace creer que la queja es golpista, que la marcha es antidemocrática y que la aceptación del ajuste y la veneración a un gobierno entreguista es decente y democrático.
Hoy el futuro es Puerto Rico si seguimos este camino continuo de votar a quienes ajustan mayorías. Darle un voto a la derecha que nos ajusta para darnos una muerte natural es aceptar hallarnos en la línea de la muerte para llegar a una silla eléctrica imaginaria que termine con nuestra esperanza y el futuro de nuestros hijos. Pero solución hay. El reclamo debe convertirse en participación, este en militancia y este en un puerta a puerta que nos permita a todos salir para ponerle un final a tanta injusticia, ajuste, desesperación y muerte. Que nos permita decir, hasta acá llegaron, que nos permita decir todo tiene un final todo termina, que nos permita decir basta, nuestro futuro es mucho más importante que opinar sobre una grieta que favorece a las clases dominantes, a los mismos que alquilan la esperanza, a esos que someten sin culpa y con perversión, a esos que no se van. Es hora que se vayan.




