Argentina. ¿Atentado encubierto? El caso Jorge Rachid y la amenaza a las voces del pueblo

En medio de un clima político cada vez más tenso en Argentina, la reciente hospitalización del dirigente peronista Jorge Rachid tras ser atropellado por una motocicleta en Buenos Aires no puede ser leída como un mero accidente sin contexto.
Rachid, veterano defensor del patrimonio nacional, los derechos sociales y una de las voces más firmes contra el avance del modelo neoliberal, fue embestido en circunstancias que despiertan serias sospechas.
Según diversos analistas políticos, lo ocurrido podría tratarse de algo más que una coincidencia vial. Hay quienes sostienen que se trataría de un mensaje mafioso, un atentado o, en el mejor de los casos, una advertencia directa hacia una figura incómoda para los sectores del poder que hoy buscan acallar la disidencia y acelerar el desguace del Estado y sus conquistas sociales.
Jorge Rachid no es un dirigente cualquiera. Médico sanitarista, militante de décadas y referente del pensamiento nacional, su presencia en medios alternativos y espacios de organización popular ha sido constante, especialmente en tiempos donde se disputa no solo el modelo económico, sino el alma misma del país. Golpear a Rachid es, simbólicamente, golpear a una generación de luchadores que no se rinde.
Es preocupante el silencio de los grandes medios ante este hecho. En lugar de investigarse a fondo las circunstancias del atropello, la noticia se diluye en notas de color o ni siquiera es mencionada. ¿Por qué no se cuestiona la intencionalidad de un hecho que, bajo otras condiciones, estaría siendo portada nacional?
La democracia no se defiende sólo en las urnas. Se defiende protegiendo la vida y la palabra de quienes denuncian, organizan y resisten. Si lo ocurrido a Jorge Rachid fue efectivamente un atentado –y sobran los indicios para considerarlo–, entonces estamos ante una amenaza directa a todos los que creen en un país más justo y soberano.
Hoy, más que nunca, es necesario alzar la voz, exigir una investigación seria y garantizar la seguridad de quienes se atreven a pensar en voz alta.
Por Lois Pérez Leira / Resumen Latinoamericano,