Opinión

Alcatraz: Terror como disciplina, de la guillotina a los caimanes.

Por Margarita Pécora B. –
La inauguración del centro de detención Alligator Alcatraz en los pantanos de Florida, promocionado con imágenes de caimanes con gorras del ICE y frases como “¡hagamos que EE.UU. vuelva a ser seguro!”, no es solo una política migratoria: es una escenografía del miedo. Trump convierte el paisaje hostil en un mensaje visual de advertencia, donde la fauna salvaje se vuelve cómplice simbólica de la vigilancia estatal.
Alligator Alcatraz ya está operativo desde principios de julio y actualmente alberga más de 700 migrantes, según reportes recientes. El centro tiene una capacidad inicial para 2.000 detenidos, con planes de expansión hasta 4.000. La mayoría de los recluidos provienen de Guatemala, México y Cuba, y enfrentan cargos administrativos de inmigración, no delitos penales graves .
No satisfecho con su política persecutoria hacia los migrantes, el presidente de EE.UU.,lanzó desde Escocia una advertencia apocalíptica sobre la migración, asegurando que Europa «desaparecerá» si no se organiza para frenar lo que llamó una “horrible invasión”. En paralelo, promocionó su polémico centro de detención Alligator Alcatraz, ubicado en los pantanos de Florida, como símbolo de su política migratoria, alardeando de haber expulsado a «gente mala» que, según él, fue permitida por su antecesor, Joe Biden.
¿Es Trump el iniciador de estos actos de crueldad, o su continuador?
Según recoge la historia, este tipo de teatralización del castigo tiene ecos históricos. A lo largo de los siglos, líderes autoritarios han utilizado el terror como método de disciplina social. Aquí algunos paralelismos.
Revolución Francesa: la guillotina como espectáculo
Robespierre y el Comité de Salvación Pública usaron la guillotina no solo como instrumento de justicia, sino como símbolo de purga moral. Las ejecuciones públicas eran rituales de escarmiento, donde el Estado mostraba su poder sobre el cuerpo del disidente.
Stalin y el Gulag
También está el caso de Stalin que institucionalizó el miedo a través de campos de trabajo forzado en Siberia. El aislamiento extremo y las condiciones inhumanas eran parte del castigo, pero también del mensaje: el Estado podía desaparecerte en la vastedad del territorio.
Trump y el pantano disciplinario
Así llegamos al Alligator Alcatraz, engendro de Donald Trump, donde el entorno natural se convierte en arquitectura del castigo. La frase “la única salida es la deportación” refuerza la idea de que el migrante está atrapado en un paisaje diseñado para quebrarlo.
El uso de caimanes como símbolo no es nada inocente, sino más bien perverso y morboso. Remite a imaginarios racistas históricos, como el uso de niños afroamericanos como “cebo de caimanes” en caricaturas de la era Jim Crow.
“Europa desaparecerá”: el miedo como profecía
Ahora desde Escocia, Trump advirtió que “Europa ya no existirá” si no se detiene la migración. Esta frase no es solo retórica: es una construcción apocalíptica que busca disciplinar a través del miedo cultural. Al igual que otros líderes en la historia, Trump no solo castiga cuerpos, sino que amenaza identidades y presiona a los gobiernos para que imiten la crueldad de sus actos contra los migrantes.
Hitler, por ejemplo, hablaba del “declive de la raza aria” como justificación para políticas genocidas.
Benito Mussolini usaba la idea de la “decadencia italiana” para legitimar la violencia contra opositores y migrantes.
Trump articula una narrativa similar: la migración no solo es un problema logístico, sino una amenaza existencial. Alligator Alcatraz se convierte así en el símbolo físico de esa advertencia.
Trump no inventó el uso del terror como disciplina, pero lo ha actualizado con herramientas visuales, paisajes hostiles y discursos apocalípticos. Alligator Alcatraz no es solo una prisión: es una metáfora del Estado que castiga, vigila y escenifica su poder. Y su advertencia sobre Europa no es una predicción, sino una amenaza performativa. Lo más impactante del caso, es que tales métodos crueles, suceden en pleno siglo XXI, sin que reciba un rechazo lo suficientemente fuerte para que el presidente estadounidense rectifique su criminal conducta.

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