
La actualidad nos sorprende sumidos en una economía débil, con un presidente desgastado y una moral baja en las mayorías que van consolidando una tristeza difícil de evitar.
Arturo Jauretche dijo: “la economía moderna es dirigida. O la dirige el estado o la dirigen los poderes económicos. Estamos en un mundo económicamente organizado por medidas políticas, y el que no organiza su economía políticamente es una víctima. El cuento de la división internacional del trabajo, con el de la libertad de comercio, que es su ejecución, es pues una de las tantas formulaciones doctrinarias, destinadas a impedir que organicemos sobre los hechos nuestra propia doctrina económica”.
Así hablaba el pensador nacional cuando promediaba el siglo XX. Eran tiempos donde el mundo estaba partido a la mitad, donde el comunismo era el contrapeso del capitalismo y donde los estados en formato nación tenían poder. Era el antiguo orden mundial.
El tiempo pasó y nos encuentra con un nuevo orden mundial. Donde las corporaciones superan a las naciones, el comunismo dejó de ser poder pero la economía sigue estando organizada. En los países desarrollados es el estado quien dicta los pasos a seguir en la organización. Ahora bien, Argentina no integra esta élite.
Para los capitales financieros somos un país fronterizo, o sea, menos que un emergente. Para las potencias somos el patio trasero del continente. Para las corporaciones somos la próxima presa a obtener y para nosotros somos una colonia, aunque tengamos el viejo sentimiento de creer que somos una nación.
Para determinar certeramente si somos colonia o no podemos decir sin temor a equivocarnos que los grupos económicos han derrotado al estado, por lo tanto somos una colonia. En otros tiempos, cuando el estado estaba delante de los grupos económicos ahí sí, éramos una nación.
La actualidad nos señala como subdesarrollado, fronterizo, colonia o sea, ningún sustantivo que eleve nuestra estima. El pueblo también se halla en un estado de profunda desazón, con la moral baja y a la expectativa del aumento o no del dólar. Nada para destacar.
El hombre de Lincoln también habló de la moral y dijo: “el arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”.
En tiempos de Durán Barba y Carrió los medios dominantes solo transmiten insultos, caras enjutas y serias y pensamientos cuya línea editorial es el odio, la bronca y el resentimiento. De esta manera bajan la moral popular para que el pueblo todo acepte medidas económicas donde los derechos conquistados brillan por su ausencia. El odio hacia líderes populares permite la fragmentación del voto nacional. De esta manera, transforma en presidentes a tilingos sin contenido alguno, con una alta dosis de cipayaje, socios de la oligarquía y utilizando a una clase media otaria en un ciento por ciento.
La Argentina vive el peor momento de su historia. La deuda externa es eterna. Es la más grande de toda la historia. Los intereses anuales a pagar, también son los más violentos de la historia y obligan a empobrecer aún más a todo un pueblo. Sobre la base del ajuste continuo la derecha sigue entregando el territorio donde hizo su fortuna y lo logra gracias a la articulación del poder judicial, legislativo y medios dominantes con el ejecutivo. Todos empleados del poder real. Ese poder que convoca al resentimiento y la tristeza para derrotar a todo un pueblo que debe presentar batalla. Hay que plantarse, hacerles frente y vender cara la derrota. No entrar en la pasividad ni en la depresión. A ponernos de pie, a demostrarles al poder económico que el pueblo unido jamás será vencido.




