La infodemia que nos intoxica

Por Margarita Pécora B –
Frente a la catástrofe humanitaria, como de hecho califica esta pandemia del coronavirus que está dejando secuelas irreparables con la pérdida de vida de millones de personas en todo el planeta, el rol del periodismo se torna cada vez más exigente.
No cabe dudas que estamos frente a una guerra de nuevo tipo, donde el reflejo de la lucha contra el avance letal de la pandemia, genera a diario un número abrumador de informaciones, lamentablemente no todas extraídas de fuentes oficiales y confiables, dando lugar a la infodemia.
Pero ¿qué es puntualmente la infodemia? pues, nada menos que la abundancia de información sobre un tema concreto. El término se deriva de la unión entre la palabra información y la palabra epidemia. Se relaciona con conceptos similares como fake news o infoxicación, en la medida que la cantidad y exposición de estos se intensifican.
¿Estábamos preparados los periodistas para reflejar y dar un tratamiento eficaz a esta catástrofe global que estalló en Wuhan y se diseminó como pólvora por el mundo?
Tal es la interrogante que motiva este comentario, sin pretensión alguna de fijar cátedra sobre el tema, sino simplemente de provocar una reflexión entre los y las profesionales que ejercemos el periodismo y tenemos la enorme responsabilidad ética y moral de exponer a la sociedad, los hechos con la mayor veracidad posible, manteniéndonos sobre todo alertas sobre el peligro que entrañan las fake news o noticias falsas, como se dice en castellano, a semejante tipo de bulo que propaga contenido pseudoperiodístico a la velocidad de la luz por los portales de noticias, redes sociales y que tienen el objetivo maligno de desinformar a la población siguiendo intereses casi siempre de posicionamientos políticos.
Según el prisma con el que la OMS observa el fenómeno de la infodemia, considera que existe incontable número de personas que están viviendo un caos informativo por la avalancha de noticias que reciben sobre la pandemia del coronavirus, lo mismo a través de otras personas, que los medios de comunicación o de las abrumadoras redes sociales. A esto el organismo internacional de Salud le llama toxicidad por infoxicación-y dice que puede tener un carácter individual, hasta llevar a convertirse en una epidemia informativa colectiva: es decir una infodemia. De este modo nos alertan sobre la sobreabundancia informativa falsa y su rápida propagación entre las personas y medios.
Recientemente, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus (director general de la OMS) manifestó que “En la OMS, no sólo estamos luchando contra el virus; también estamos luchando contra los troles y los teóricos de la conspiración que impulsan la desinformación y socavan la respuesta al brote”.
Cuando el objeto de la noticia es una catástrofe natural, una crisis humanitaria o una pandemia como la que nos ataca, su tratamiento periodístico debe ser exquisito, y la observancia de las normas éticas, permanente. Por eso no se concibe que en un espacio televisivo en nuestra querida Argentina, tengamos aún a una conductora televisiva como Viviana Canosa, que comete el grave error, para algunos genocida, de promover el consumo del dióxido de cloro con total irresponsabilidad, cuando es una sustancia que los expertos no se han cansado de repetir que no cura Covid-19. El episodio televisivo ha sido vinculado al fallecimiento de un chico de 5 años en Neuquén aparentemente por tomar esa falsa cura.
Vean ustedes cuánta responsabilidad tiene un comunicador frente a temas de tanta sensibilidad e impacto social como es el de propagar informaciones falsas sobre fármacos que indebidamente se están empleando contra el coronavirus.
No hay que dejarse arrastrar por lo espectacular y superficial que nos llegue sobre la pandemia, e incluso sobre las diversas vacunas que se están produciendo; hay que filtrar muy bien las fuentes de información, y respetar los criterios de los científicos , ellos en todas partes del mundo son los que asesoran a los gobiernos y tienen los fundamentos científicos para recomendar cuándo es que hay que pasar de una fase a otra en el combate contra la epidemia, y cuándo hay que cerrar todo porque corre peligro la vida de las personas, que es en definitivas lo primero que cuenta, porque lo demás, trabajo, clases, deporte y fiestas, quedan en planos secundarios.
El profesional de los medios debe tener en cuenta que el bien de la vida es siempre superior a la noticia y que catástrofes como esta pandemia, no pueden ser vistas como un simple acontecimiento informativo que relatar al público; por tanto exigen un elevado compromiso social tanto de medios como de periodistas.




