SIN UNIDAD EN LA BATALLA.

Se dijo desde el comienzo de la pandemia por el Virus Corona que estamos en guerra contra un enemigo invisible y es absolutamente cierto: A nivel mundial se van a cumplir las 3 millones de víctimas, pero la contienda no cesa. Es cierto que sólo en la Segunda Guerra Mundial RUSIA perdió 7 millones de ciudadanos entre civiles y militares, en contrapartida la otra gran potencia sólo padeció 291 mil muertes, cuando que hasta hoy por Covid EE. UU. supera los 550 mil, o sea casi el doble de lo que padeció en aquel conflicto mundial. Más acá la guerra de VIETNAM al país norteamericano le cobró entre muertos y desaparecidos poco menos de 62 mil soldados, mientras que el VIETCONG pagó con más de 5 millones.
Parece mentira que estemos hablando de estos números y mucho más si en ellos nos referimos a personas de carne y hueso plenas de vida, que vinieron a este mundo para desarrollarse en paz y armonía, pero es así y debemos decir que esta cruzada la vamos perdiendo táctica y estratégicamente. En la Argentina, hoy ya instalados en la segunda ola, con más del doble de muertos diarios que hace un año, se han liberado todas las barreras de contención y circulamos como si nada hubiera pasado, perdimos la cordura y cedimos frente al abismo sin pensar.
En tiempos de guerra ciertas garantías sociales e individuales se pierden, pero hay dos aspectos en los que quiero detenerme: La información pública y la educación. Respecto de la primera en todos los países sometidos a un conflicto bélico el Estado monopoliza los medios de comunicación para ordenar la defensa de sus ciudadanos, porque naturalmente no se pueden dar instrucciones contradictorias. Cuando las balas y las bombas del enemigo acechan los medios de información pública deben dar instrucciones unificadas en todo el país. Sin llegar a este extremo y sólo vinculado a la pandemia, el Estado Argentino debería prohibir la difusión de datos, informes, opiniones y sugerencias que puedan llevar a confusión a la población, no es posible que profesionales autorizados aconsejen por ejemplo el uso de barbijos y en el obelisco se haya llegado al paroxismo de hacer una fogata con ellos.
Los países centrales utilizan el argumento de la democracia y la libertad de expresión para someternos, cuando que ellos hacia afuera e incluso hacia adentro hacen todo lo contrario, de allí sus críticas a ciertas restricciones, pero ya vimos la distinta proporción de muertos en las guerras, siempre en perjuicio de quienes a la postre serían declarados como países despóticos o tiránicos. Las consecuencias están a la vista, si la población es sometida a ideas confusas y dispersas pierde coherencia y unidad en la acción, con el único resultado de más muertos e infectados.
El otro tema es la educación. Se dice que los chicos deben estar integrados por eso hay que abrir las escuelas, así se propicia por los medios dominantes, con la consecuencia que aumentaron los contagios en la franja de 7 a 12 años y el posible contagio a los mayores. Sin apartarnos de las guerras Ana FRANK tenía 13 años cuando debió recluirse en su escondite, naturalmente venía con todos sus conocimientos previos y en ese ostracismo oscuro y tenebroso escribió su diario que se transformó en uno de los libros más leídos de la historia. No es necesario llegar a tanto, pero tampoco es imperioso que los chicos vayan con miedo semana de por medio a la escuela, existiendo tantos medios de divulgación ya sea para la cultura como para enseñanza. Por la radio y la televisión abierta se pueden dar clases a los más pequeños, ni qué hablar los que tienen computación e internet instalados.
Estamos desperdiciando la tecnología para que una sarta de periodistas legos y en muchos casos mal intencionados se transformen en vehículos para que sigan contagiándose y muriendo personas inocentes.
Un abrazo: GARCILAZO.




