
En la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Publicó el diario Noticias el 2 de julio de 1974. Tiempo más tarde, el director del medio, Miguel Bonasso dijo que ese texto por la muerte de Perón fue escrito por Rodolfo Walsh.
Pasaron décadas, las necesarias para decir que finalmente no fue así.
La palabra correcta no es tolerable sino aceptable. Radica una mínima pero notoria diferencia, la tolerancia implica la permisividad.
¿Quién es el tiempo para dejarnos permitir o no algo?
A los ídolos populares no se les permite morir jamás.
El tango porqué canto así dice:
Porque vi el desfile de las inclemencias
Con mis pobres ojos llorosos y abiertos
Y en la triste pieza de mis buenos viejos
Canto la pobreza su canción de invierno
Me fui modelando en barro, en miseria
En las amarguras que da la pobreza
En llantos de madre
En la rebeldía del que es fuerte
Y tiene que cruzar los brazos
Cuando el hambre viene.
Celedonio firma los créditos en 1943, pero si hipotéticamente eso no hubiese ocurrido y el tango estuviese inspirado en Maradona, ¿A alguien le llamaría la atención?
La simbiosis se da porque este pueblo está lleno de Diegos, porque Diego es pueblo. O pelusa que era el apodo que más le gustaba porque decía que lo devolvía a la infancia “Me acuerdo de Fiorito, cuando jugaba por el sándwich y la Coca. Aquello era más puro.” En su casa natal o como también dijo “un barrio privado… privado de luz, de agua, de teléfono.”
Lo que no tenemos son Maradonas, ese fue único.
No hay más para agregarle.
En una misma frase juntó todo lo que el medio pelo odia: “Y sí, soy cabecita negra. Nunca renegué de mis orígenes… Les duele que haya hecho una fiesta así.”
¿Cabecita negra?, ¿Orígenes?, ¿Ese villero va a hacer una fiesta?.
Es inadmisible para los sectores reaccionarios que encontraron en las contradicciones humanas un nicho para pegarle a Diego, que como sostiene este editorial es de manera camuflada pegarle al pueblo.
Como si alguien se hubiera cuestionado la vida de Piazzolla cuando pasaron Adiós Nonino en la boda de Máxima en Holanda. En verdad, el hecho de ver esa ceremonia es suficiente para entender que nadie va a cuestionar al censor, y golpeador Ástor.
Pero el aeropuerto de Mar del Plata lleva su nombre. Habrán leído “La fiesta del monstruo” de Borges, o peor, los escritos de Bioy Casares titulados “Borges” en el que comenta con crueldad como era de cruel su amigo.
Posiblemente no. Y esto sucede por algo, porque no son populares. O si, lo son pero no llegan a ser Maradona. Y como algo circular se vuelve a la idea de que Maradona es único.
Toma vital importancia lo que otro pensador criollo decía, uno al que nunca se le escapó la tortuga, Arturo Jauretche cuando hablaba de la felicidad, no como un medio (al estilo autoayuda) sino una finalidad: “nos quieren tristes para que nos sintamos vencidos y los pueblos deprimidos no vencen ni en la cancha de fútbol, ni en el laboratorio, ni en el ejemplo moral, ni en las disputas económicas… Por eso, venimos a combatir alegremente. Seguros de nuestro destino y sabiéndonos vencedores, a corto o a largo plazo”.
De vez en cuando asoman representantes populares, modelamos su figura y se la regalamos a los poderes fácticos.
Ídolos que mueren por afecciones del corazón, casualmente después de que el pueblo que supo erigirlo lo menosprecie. Lo sintió Discépolo… el Diego vino a la Argentina y de nuevo los medios criticando su conducta, hablando de su entorno, de su depresión.
Después una cola interminable de gente llorando en Casa Rosada, dando cuenta que los que criticaban todo lo mencionado anteriormente eran minorías. El pueblo nunca pudo proteger a un ídolo sin empujarlo al escarmiento de los poderes.
Ojalá que sea el puntapié de un cambio y que Diego Maradona no sean dos personas diferentes unidas en un nombre sino que el pueblo las adopte para nombrar a su Cid Campeador, el guerrero que trasciende la muerte.




