
El argentino promedio hoy vive mal. No por consecuencia del Covid, ni siquiera por responsabilidad de Alberto Fernández. Con Cristina hubo un principio pero no la felicidad como tal. La pregunta es ¿Por qué se vive así? Varios son los motivos, lo cierto que hoy este país es casi inviable, hoy se presenta Dios como candidato, es probable que gane pero muy pronto saldrá parte de la sociedad a la calle con sus cacerolas reclamando que se afeite la barba y que Cristo la corte con su amistad con Barrabas.
El gran problema es la economía. Hay un solo modelo que da resultado y un solo formato que cumple con parte de la felicidad popular. Proteccionismo es el modelo, el que protege, el que incluye a la población toda, ese que no pide préstamos para pagar comisiones ni convertirnos en colonia.
El formato es el contralor del ciclo económico -como decía Perón- y no la economía -como plantean los conservadores-. Para controlar el ciclo económico hace falta crear trabajo, a partir de allí se paga un salario a ese habitante que con su paga consumirá en determinados comercios, estos bajarán los productos o al menos no los van a aumentar, dado sus ventas masivas. El comerciante reinvertirá, tomará gente, pagará impuestos y el Estado los devolverá en salud, vivienda y educación. Para cumplir con este método, el gobierno debe estar a cargo de alguien valiente, con liderazgo, que entienda la conducción política. Y a partir de allí actuar en forma geopolítica que le permita mirar hacia adentro y olvidarse del mundo financiero que mejoran su vida y arruinan la de su pueblo.
No es tan difícil, hace falta políticos honestos y con un pensamiento nacional y por supuesto empresarios que trabajen sin coimas, ni sobreprecios. En Argentina esto no pasa. Se produce poco, se vende menos, los precios aumentan porque el empresario quiere ganar lo mismo trabajando la mitad y el Estado recauda devolviendo poco de lo recaudado.
Pasa ahora, pasó ayer. Empezó en 1955, en el ‘56 penetró el FMI, se intensificó a partir del 24 de marzo de 1976. Hoy los medios y la justicia ya decidieron que el país sea una colonia hasta que la muerte nos separe y se inventan entes que nada producen y ganan cifras obscenas. De esta manera aumenta la pobreza y el hambre en un país que fabrica alimentos para 400 millones de habitantes. La pobreza es el actor principal de un país sujeto por el imperio que nos quiere colonia y colonia berreta. Por eso se arma la anarquía institucionalizada.
La anarquía es el caos reinante. Es la disociación total. Nadie la quiere, para evitar esto existen las organizaciones. Pero para que el país obedezca los mandamientos del imperio no puede tener una comunidad organizada. Desde el imperio se fomenta este caos, y hoy nos encontramos con 671 partidos provinciales, 44 partidos nacionales, dos grandes CGT, 3 anexas, gremios de derecha, gremios de izquierda en un mismo rubro, 16 gremios docentes en la Capital Federal es un ejemplo, cientos de canales de televisión, miles de radios en los diferentes formatos y millones de hombres y mujeres que opinan en forma diversa. Encontramos a un Macri Nazi y a un Macri más bueno que el pan en esta rueda de opinadores en un país que contiene a 45 millones de habitantes. Se le suman diarios que solo trabajan para una Embajada y dirigentes afamados que cambian de camiseta cada dos por tres, y si encontramos uno o una diferente que no acepta el coloniaje, la tildamos de ladrona sin prueba alguna. Inviable el país, es difícil gobernar donde no exista la palabra y la mentira reina en todos los sectores. No es una utopía recomponer la nación pero para algunos es más fácil la queja por la queja misma o conformarse con trabajar por dos pesos para ser un estafador o el mentiroso con la excusa “¿Y que querés que haga?, si no lo hago yo lo hace otro”. Si los argentinos de a poco entendemos la rueda, esa de trabajar, ganar, consumir e invertir. Si podemos entender que la opinión no es imprescindible pero si el sustantivo y el verbo la cosa cambia. Lo importante es el hacer, no el decir, el realizar, no el prometer y la palabra debe tener un valor y no permitir que los cipayos disfruten de los paraísos fiscales y en la cara te hablan de ética y moral. Se puede lograr, sí, hay que empezar. Usted que está escuchando y usted que acuerda conmigo, empiece por el principio, crear trabajo y no buscarlo, luchar por una renta, no es fácil, pero se puede. Recuerde que solo en el diccionario la palabra sacrificio está detrás de éxito. Eso sí, al cipayo se lo deja a un lado y al igual que el manual de excusas. ¿No le parece?




