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Opinión

IMBERBES

Por Gabriel Princip.

Fue famosa aquella retirada de los montoneros de Plaza de Mayo cuando el general Perón los trató de imberbes. El ambiente político en esa época era tremendo y quizás el general no recibía la información correcta por parte de López Rega. De todas maneras uno piensa en pasado, observando el presente. ¿Qué hubiera pasado con Perón en el gobierno, si se producía la marcha del 17A como se realizó? La respuesta sería parecida a la del ´74, o quizás el general hubiera enviado a los uniformados para que cumplan con su deber esgrimiendo la ley en la mano, detalle que se olvidó el actual presidente.

No obstante debemos saber quiénes son los que concurren a esas marchas. No importa la edad, el color de piel, ni la clase social. Estos marchantes son hijos y nietos de los que festejaron las 400 muertes del ´55, aquellos que saludaron con pañuelos blancos la muerte de chicos en un trole. Son los mismos que bancaron todas las dictaduras, en especial la penúltima, la de Videla, porque la última pasó hace 9 meses.

Son aquellos que deseaban la foto con Rojas, que se afiliaban al radicalismo conservador o que decían que Menem era un buen peronista. Son los mismos que no se opusieron a la guerra de Malvinas, que negrean a sus empleados, que disfrazan a sus empleadas domésticas y que creen en la república sin saber que es, ni que significa.

Carecen de patria pero baten el parche por la Argentina. No creen en la democracia salvo que sea liberal, admiran lo extranjero aunque quiebren sus empresas, dan la vida por festejar el 4 de julio y un autógrafo de algún pariente de Massera. Son católicos, apostólicos y románicos pero odian al Papa. Son feministas pero no bancan a Cristina. Cuando una mujer es violada son los que dicen “¿y qué querés?, si iba en minifalda la mosquita muerta”. Son los que dicen trabajar todo el día y resultan coimisionistas, arbolitos, vendedores de seguros, de autos usados o laburan de hijo. Son los que reclaman por sus impuestos y no los pagan. Hablan de paz y en contra del fanatismo pero asisten a una marcha sin barbijo buscando contagiar, enfermar y matar. Esos son.

También entre los caminantes están los radicales. Ese radicalismo que fue socio de Videla aportando intendentes y embajadores a la causa, ese de Balbín que fue el brazo civil del dictador Aramburu y ese radical que habla de la honestidad de Illia que fue jefe de comandos civiles en Córdoba y a más de un peronista se llevó puesto. Ese es el radicalismo residual. Tan residual como el convocante a una marcha de contagios, aunque en el barrio no le decimos residual, le decimos basura para que se entienda.

Va a aumentar la cantidad de muertos por el virus gracias a esa marcha, como los fallecidos por dióxido de cloro, le deben la muerte a la Canosa. Es hora de que el peronismo conduzca y pase factura. Es hora de nombrar a las cosas por su nombre y en ese contexto Larata no es amigo, la etílica es enemigo y el votante amarillo no debe ser tratado de la misma manera que el resto de la población. Es hora de ponerse los pantalones largos, “el pueblo lo pide, y el pueblo no vive ni piensa como los mediocres residuales del 17A”. ¿No le parece?

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