
Hoy vamos a hablar de Uruguay, pero antes debo decir que desde que avanza la pandemia del Covid- 19 por el continente americano, surgen contrapuntos no solo sobre el protocolo efectivo para frenar contagios y muertes, sino también sobre la capacidad de gestión de los presidentes de las naciones que son, en definitivas quienes están hoy al volante en la aplicación de las políticas y medidas epidemiológicas.
Hay mandatarios que se están jugando el sillón presidencial, porque los pueblos no perdonarán a quienes cometen graves errores que están costando miles de vidas.
Cabe el ejemplo de Donald Trump criticado por el manejo caótico de la pandemia que sigue poniendo a los Estados Unidos de Norteamérica en la cúspide, con un promedio diario de mil fallecidos por día, y ya no hay dudas de que los estadounidenses le pasarán factura en las urnas en las elecciones de noviembre próximo.
Y el otro es Bolsonaro, que sigue llevando a Brasil a la escalofriante cifra de mil muertos por día, mientras promociona demencialmente, que la hidroxicloroquina – ya descartada por la ciencia, es el remedio que cura el Covid, y hasta puso al ejército a producir millones de comprimidos de ese fármaco antipalúdico que inexorablemente deberán quedar almacenados.
Precisamente la actitud de quienes ejercen el poder y deciden por la vida de sus ciudadanos, es que seguimos nuestro raid imaginario por otras naciones del cono sur americano, como es la República Oriental del Uruguay, un vecino muy cercano de la Argentina en todos los sentidos.
Uruguay en abril bajó la cortina y así evitó el contagio masivo. A pesar de los elogios por el control de la pandemia con una muy baja prevalencia de la enfermedad, en la última semana la cantidad diaria de contagios tuvo un salto por brotes dentro de clínicas de su capital Montevideo. Este lunes 27 de Julio, se reportaron en Uruguay 1192 casos de infectados, 34 de muertos y 948 de recuperados. Recordemos que Uruguay tiene una población de apenas 3 millones y medio de habitantes.
“Oasis”, “fenómeno”, “modelo”, estos son los términos grandilocuentes que ha utilizado la prensa al servicio del gobierno conservador del presidente Lacalle, para calificar el manejo de la pandemia todo esto para decir que Uruguay reaccionó ante la enfermedad, de manera rápida y decidida, sin implementar un aislamiento severo y confiando en la responsabilidad individual y el asesoramiento científico.
En ese contexto, Lacalle dijo que no estaba dispuesto a obligar a los uruguayos a confinarse en un Estado policíaco y que no se podía meter preso al que trata de ganarse el peso, poniendo de este modo la prioridad en la necesidad económica, más que la protección de la salud.
También el mandatario uruguayo, tal vez sin proponérselo porque sería de muy mal vecino, insinuó diferencias con el manejo de la pandemia en la Argentina donde sí se aplicó el aislamiento social obligatorio. Pero Argentina con 43 millones de habitantes, y 2 mil 939 muertos, es un ejemplo que contrasta con Perú, de casi 40 millones de personas, pero con 18 mil fallecidos. Lo justo es compararse con similares. ¿No creen?
De todos modos, hay que reconocer que Lacalle pudo crear el Fondo Coronavirus y lograr que los funcionarios de su gobierno, así como los legisladores, hicieran un aporte solidario como un gesto a la ciudadanía.
Sin desmerecer dichos resultados, me atrevo a afirmar que los argentinos se alegran porque mientras más rápido y bien se extinga el coronavirus en los países fronterizos, menos peligro hay de que siga importándose a este país.
Ello no significa que se reciban con agrado algunas expresiones vanilocuentes del presidente Lacalle, quien hace política demagógica en esta coyuntura, invitando a emigrar a selectos grupos de extranjeros poniendo los ojos en los argentinos, lo que ha motivado críticas de José Pepe Mujica quien dijo que no le gusta la decisión Luis Lacalle de facilitar que extranjeros con alto poder adquisitivo puedan tener una residencia fiscal en ese país, para evadir impuestos en su lugar de origen.
En medio de esta pulseada con el Covid-19, los jefes de estado empiezan a proyectar planes pos pandemia, para sacar a sus países de la profunda crisis economía generada. Lógicamente los que menos recursos destinaron a la pandemia y menos cuarentenas hayan tenido que ampliar, tendrán mayores posibilidades de conseguir un repunte económico en menor tiempo, pero “no hay que tirar manteca al techo”; la crisis impacta duro a todo el Mercosur y si todos no se ayudan dejando de lado las discrepancias ideológicas, el mal será compartido.
Recuerden que este coronavirus es como huracán que avanza con trayectoria arrasadora, y quienes crean que ya se libraron de él y se descuiden, podrían ser sorprendidos por el rumbo errático de este infierno letal que vuelve en forma de brotes elevando la curva de contagios y muertes que ya se creía aplanada.



