
Los Miserables fue la obra más famosa de Víctor Hugo. Un libro de 1862 que trataba sobre la pobreza francesa en ese siglo. Los pobres, los miserables de toda miseria estaban en primer plano. También, en la actualidad, se identifica a un miserable como sinónimo de tacaño, avaro, alguien que dejó el humanismo bien guardado.
Alberto Fernández trató de miserable a Paolo Rocca cuando éste despidió a un millar de trabajadores. El presidente no se equivocó ni pidió disculpas. Paolo Rocca con sus 9 mil millones de dólares es la primer fortuna de Argentina. Puede sostener a sus trabajadores con sus míseros salarios. Pero la pregunta es, ¿Paolo Rocca es el único miserable en la Argentina? La respuesta breve, sencilla y que contiene un monosílabo es: no.
¿Existen más nombres propios para encolumnarse detrás de Techint? Por supuesto. Pero no es miserable solo el que despide trabajadores, también es un miserable el periodista que miente, el medio que favorece a la oposición en tiempos de tragedia o el domador de reposeras que pide que cese la cuarentena o que aconseja al presidente sobre economía.
Miserables son esos alcahuetes con dicen ser periodistas y afirman cualquier cosa sobre la pandemia con un único objetivo, desprestigiar al gobierno. Canal 26, América 24, Clarín, La Nación, Infobae son un muestreo palpable de la mentira por la mentira misma.
Miserables son los verduleros y almaceneros que aumentan día a día sus productos estafando a gente como ellos, trabajadores. Miserables son los supermercados que hacen lo mismo que los minoristas pero en un formato más cool.
Miserables son los seguidores de Marcos Peña empleando sus cacerolas para protestar cuando deberían encolumnarse alguna vez con un sentido patriótico.
Miserables son los Patricia Bullrich, los Negri, los Jonatan Viale, los Leuco, los Lanata que no dieron cuenta que el clima que vive el país es trágico y ellos hablan como si el virus no hubiera pasado por la Argentina.
Miserable es el que no cumple la cuarentena porque no cumple con el vecino y arriesga la vida de todos.
Miserable son todos los empresarios que aprietan al gobierno para que cese la cuarentena. Total sus empleados trabajarán y ellos morirán.
Miserables son los hijos que heredan a los padres que depositaron en los geriátricos y se quejan de los dueños, estos más miserables aun porque los abandonan y colaboran con el virus.
Miserables son los amos del planeta que mandan a sus lacayos disfrazados de empresarios para que Argentina pague una deuda que el miserable de Macri realizó.
Miserables son los líderes políticos que arriesgan a sus pueblos por una mísera reelección.
Miserables son aquellos militantes de clase media que por contrariar al gobierno andan en bicicleta, van a tomar sol, surfean, y demás giladas propias del medio pelo. Son tan miserables que ponen en riesgo a la población y terminan pagando abultadas multas.
Miserables son los funcionarios que hacen negocio con una tragedia. Donde un barbijo es más caro que dos cenas familiares.
Y hay más miserables pero el tiempo también es miserable y corta el relato, con lo cual solo nos queda leer la novela de Víctor Hugo, Los miserables, porque si encendemos la tele nos vamos a amargar con tanto miserable famoso.




