
Los candidatos peronistas son distintos a los oficialistas. No es lo mismo Cristina que la Carrió. En nada se parece Alberto a Macri. Por lógica consecuencia, las bases también son diferentes.
Alberto toca la guitarra, dialoga, es profesor en la UBA, Macri hace chistes malos, habla inglés como si fuera francés y el único instrumento que toca es el timbre. Y las bases son muy parecidas. Dentro del peronismo no es difícil encontrar intelectuales, poetas, periodistas y chicos con contenido. Las marchas tienen un sentido, las declaraciones en medios son coherentes y entendibles. Las amarillas dan vergüenza ajena.
Para muestra un botón. Donde arrancó el tour despida de Macri las focas que aplaudían todo lo que señalaba Lombardi también hablaron. El micrófono de C5N fue testigo de vergonzantes frases. Una sexagenario dijo:”yo en el 68 toqué un pobre, incluso estuve un día en una villa. Hoy los pobres son diferentes, se tiñen, usan celular, han avanzado”. Otra mujer que bordea los cincuenta sin saber que se le preguntaba solo dijo: “yo no soy ciega”. Otra al boleo declaró:” las paso fue un choreo”. Otra sexagenaria optó por el equilibrio: “voto por Macri aunque en economía hizo todo mal pero tampoco el gobierno anterior fue tan malo”.
Y así decenas de frases que flotaban en un aire donde la lógica y el criterio habían faltado a la cita. Ya son historia frases dichas en cacerolazos de origen amarillo como “quiero dólares para ir a Punta del Este”, “a Bisman lo mataron”, “pongan la mesa sobre las cosas”, “se dobaron todo” y demás dichos que ponen rojo de vergüenza a cualquier chico de sexto grado.
Tampoco debía de extrañar esta sarta de estupideces ya que el prescindente quiere poner un puerto en Santiago del Estero, admira al Verano Cargas y le gusta como juega Atlético Cumán. Tampoco podemos despreciar el aporte de la obesa diputada. “Yo fui la única que predijo el triunfo en primera vuelta el día que perdimos la paso”, lo dijo todo junto y sin ponerse colorada. También recomendó a su empleada ir a la iglesia porque se quejaba del escaso bienestar que atravesaba. Ni hablar cuando tomaba una muñeca de nombre republiquita o colgándose una cruz y descalificar, al mismo tiempo al papa Francisco.
Por eso, mientras un peronista te habla de Jauretche, Arregui o Scalabrini Ortiz el amarillo, no entiende, y pregunta donde quedan esas calles. Por eso no debiera causar sorpresa que alguien que toque un pobre en 1968 vote a Macri o que enojada ponga la mesa sobre las cosas y explique qué bien estamos.
No somos todos iguales, ni arriba ni abajo. Los k no son ni Macri ni Carrió, y las bases peronistas trabajan por los pobres y ponen las cosas sobre la mesa.




