
El hombre de tez oscura, barba de dos días y una altura cercana a un jugador de básquet se agacha hasta el cordón. La esquina de Perú e Hipólito Yrigoyen es fiel testigo del accionar del indigente. El hombre sediento atina a tomar aguas servidas, el hambre espera, suele esperar, la sed, no. Treinta metros más sobre Yrigoyen un enorme tacho de basura se abre. Del interior, sale otro indigente que había pasado la noche. Dormitaba con su cena y su sed era calmada de aguas servidas al igual que el otro indigente. En la esquina un matrimonio, dos hijos y un microonda con frazadas enrededor. Pasaron su primera noche en la calle. Una semana atrás alquilaban una pieza en el Barrio de Once. Ya no pueden pagar más. La calle es gratis.
Todos ellos son una muestra de otra promesa incumplida del futuro ex presidente, pobreza cero dijo en el 2015. Cuatro años más tarde el porcentaje llega al 40 por ciento con 4 millones más de pobres que en la gestión anterior.
Esos indigentes que toman aguas servidas no saben a quien votar, no les interesa las elecciones porque su primer objetivo es comer, el mismo objetivo de millones de argentinos. Un país que produce alimentos para 400 millones de habitantes tiene miles de hambrientos en una población de 47 millones.
Pero hacia arriba, la macropolítica habla de transparencia, de honestidad, no como antes que se robaron todo. La oligarquía utiliza su herramienta preferida para convencer a la clase media, la honestidad. Dueña de los diarios y demás medios completa sus páginas con mentiras para que el ciudadano de café y Clarín se convenza que será pobre pero honesto. Mientras esto sucede los jueces hacen el trabajo sucio de encarcelar a los dirigentes nacionales y populares y los empresarios saquean en forma obscena el país que todavía queda. Todo pasa con la complacencia del ejecutivo que rumbo a las elecciones contrata encuestas truchas y se las cree. Pero todo tiene un final, todo termina.
La heladera vacía dijo basta. El indigente se atrevió a rebelarse y el Mau cayó por toda la cuenta. La yegua y el Alberto vuelven. Los que la oligarquía se sorprendió como los que se robaron todo destrozaron las urnas. Los ceos hicieron lo mismo pero con el país. Ellos dicen que la yegua se robó un PBI, dos PBI, miles de PBI, pero el gato se robó un FMI y eso no se hace.
Cada vez falta menos para que un gobierno popular retorne a Balcarce 54. Será duro, difícil pero la esperanza y la alegría harán más pronto el traslado de las clases bajas a las medias como en los principios del siglo 21, cuando el Banco Mundial anunciaba que los k habían duplicado la clase media.
Ya llegan. Con FMI, sin FMI, con China o sin la china pero con la certeza de que ese indigente comerá como es debido, que la tasa de desocupación descenderá, que los jubilados volverán a tener remedios gratis y los trabajadores dejarán de ser esclavos. Ya llegan y estos se van y se van para no volver jamás. No le parece?.




