Un recital de falacias contrastando con la realidad. Por Margarita Pécora
El mensaje inaugural del 137º período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación leído de por el presidente Mauricio Macri e interrumpido en múltiples ocasiones con abucheos de la oposición en el recinto, fue un reflejo del profundo contraste entre la idea subjetiva y edulcorada que se ha construido el gobierno de Cambiemos acerca de su gestión, y la realidad objetiva amarga que palpan y sufren cotidianamente los más de 42 millones de argentinos desde que este proyecto neoliberal se adueñara del país.
Fue un discurso para calificarlo simbólicamente, como el día a la noche y tan contrastante como el negro sobre el blanco.
No valió de mucho el concierto de aplaudidores que organizó y ubicó el oficialismo de Cambiemos en balcones del recinto para hacer ruido, ni los desesperados gestos de la vicepresidenta Gabriela Michetti imponiendo silencio y amenazando con sacar del recinto a Joanna Picetti, la “diputada”, que dio la nota disonante y les hizo pasar los momentos más tensos y angustiosos. A medida que hablaba, Macri se convertía en la comidilla de las redes sociales que estallaban con diatribas y juicios condenatorios .
Quienes ejercemos el periodismo legislativo, no esperábamos tanto, como un presidente haciendo un mea culpa por el desastre económico al que ha llevado al país, pero sí, al menos, con un mensaje conciliador, más franco y honesto hacia la sociedad, sobre todo la que acompañó a Cambiemos en las urnas y hoy se siente traicionada y engañada. En cambio, lo que vimos brotar de aquel atril, fue un recital de falacias.
Para saber si un discurso es una falacia o no, no hay que predisponerse en su escucha; hay que mirarlo a la luz de la realidad de una manera objetiva. A grandes rasgos se aprecia que el 90 por ciento de la pieza discursiva de Macri además de apologética sobre el accionar de su gobierno, distó muchísimo de la percepción de la realidad que tienen los argentinos. Qué fue si no, su afirmación de que “estamos parados mejor que hace tres años”, cuando todos los indicadores económicos y sociales indican una caída estrepitosa y un retroceso alarmante tanto macro como microeconómicamente.
Macri sabía que algunas afirmaciones iban a recibir el rechazo de los diputados /as de la oposición, pero no se cuidó el redactor del discurso de insertarle tantas contradicciones, como fue afirmar como un logro alcanzado la “inserción del país en el mundo, a la apertura de nuevos mercados que fortalecen a las pymes y representan fuentes de trabajo genuino”.
Solo de mencionar la palabra Pyme debería sentirse avergonzado quien, precisamente con su brutal política de ajuste, ha provocado el cierre de decenas de miles de pequeñas y medianas empresas en el país. Hubiera sido preferible que ni la mencionara por respeto al dolor de las familias que sufren tras las persianas cerradas.
Cómo sostener el argumento de que la política de Estado que aplica Cambiemos está bajando la pobreza en el país, cuando a la vista de todos cada día más familias duermen en las calles, hacen fila en comedores o se busca comida entre la basura. Ni qué hablar de cifras maquilladas por el INDEC de ayer, si hoy, salta la miseria a la vista en trenes y subtes invadidos por personas que mendigan una moneda para llevar comida a sus hijos.
La noticia del aumento del 46 % de la Asignación Universal por Hijo, sonó por eso como dádiva o parche en una herida tan amplia y supurante que no será fácil de sanar.
Parecía una burla oír decir que «en estos tres años se lograron avances inéditos en la renovación integral del Belgrano Cargas, cuando todos sabemos que es alta la insatisfacción por el bajísimo nivel de inversiones en la renovación del transporte de cargas, que es tan vital para la economía del país.
Otra aseveración dudosa del presidente es que cuenta con un nivel de respaldo internacional inédito” y habla del soporte que ha sido la confianza cuando justamente la falta de confianza de los inversionistas extranjeros en una Argentina con una inflación tan alta, una caída del consumo alarmante, pymes fundidas y una dependencia alevosa del préstamo del Fondo Monetario Internacional, es lo que ha marcado la incertidumbre para escoger a este país como destino para invertir.
Es larga la relación de falacias o al menos ideas que se contraponen con la realidad que vive la Argentina y que moviliza a miles de manifestantes a las calles haciendo realmente inédita la conflictividad social de una Argentina que sufre, diferente a la que imagina un presidente con una visión opuesta de la realidad.




