
Estamos en el principio del fin como país. Dejamos de ser nación, se nos menciona como colonia y ya no nos enoja. La economía la conduce el FMI a las puertas del infierno. El hambre es un actor más en la Argentina de hoy. Chicos en situación de calle completan la escenografía porteña no deseada. La mortalidad infantil, la inseguridad, la tasa de homicidios y de suicidios han aumentado, la pobreza cero llegará en Islandia porque aquí vamos en el 33 por ciento.
La grieta cada día se profundiza más. Unas fotocopias sirven para declarar inocente al sistema y culpable al gobierno que duplicó la clase media.
Tanta ignorancia, fanatismo y estupidez como en la actualidad es solo comparable con la Revolución Fusiladora. Esa que te encarcelaba si decías Perón o Evita. Mujeres envidiosas, hombres mediocres y profesionales de la mentira como entonces hoy se encargan de fastidiar el facebook con la yegua chorra.
Que Macri te robe todos los días con la inflación y el dólar en juego de pinzas se perdona pero que el prescindente sea dueño de Avianca, Flybondi y destruya Aerolíneas y las empresas de micros de larga distancia está bien. Eso sí, que Cristina este libre es una falla de la justicia.
La idiotez en su punto culmine entró en la Argentina por los cuatro puntos cardinales. El cinismo del partido oficialista ya es enfermante y la perversión del presidente merece estar en el libro Guinnes.
Esa perversión y su pensamiento miserable y entregador cuál cipayo indio llega a confundir a parte de la sociedad que cree que es un inútil y un idiota. Pero no es así, el empobrecimiento de toda una sociedad para quedarse con las riquezas, las empresas y entregar el país al imperio no es labor de un idiota. Este calificativo bien le entraría a aquel que es fiel a este nuevo neocolonizador a cambio de nada y solo sumando pobreza.
Diego Palma, en su obra “El gobierno de los cínicos” dice: “en la Antigua Atenas, el vocablo idiota estaba reservado a aquellos individuos que despreciaban los asuntos públicos y solo se preocupaban por su goce privado. El idiota antiguo era considerado peligroso para la vida en comunidad e incluso su propia condición humana era, en un sentido, puesta en tela de juicio en la medida en que renunciar a la participación pública suponía renunciar, al mismo tiempo, a tener voz y voto en las leyes y el gobierno”. Según esta definición Macri es un perfecto idiota.
Para esos tiempos el vocablo cínico significaba, aquel que se burla e ironiza ante el poder. Hoy es el que engaña, miente a sabiendas y que le importa nada el prójimo. Aquí, Macri entraría con la definición moderna de cínico.
El cincuenta por ciento de la sociedad se siente identificada con los idiotas del ayer, del hoy y del futuro. También les encanta los cínicos sino cómo se explica que el 30 por ciento de la población vote a quien neocolonizó el país con mentiras, artimañas y trampas.
Los medios en sus tapas, también colaboran `para que parte de la gente defienda a un poder que no los tiene en cuenta.
Los medios dominantes, con sus obreros periodistas, hacen uso y abuso de la sociedad hasta idiotizarla sin más ni más. El diario de mañana expondrá una tapa donde Cristina roba, le cambia el perro al ciego y hace trampa en la payana. Pero del gobierno dirá que están trabajando en algún programa que nos saque de esta crisis, además de proclamar loas al FMI.
Los obreros periodistas repicarán en todas las redacciones y aquellos mercenarios de la palabra analizarán su realidad. Esa que usted consume, esa que usted cree, esa realidad que indica que desde la manzana que comió Adán hasta el aumento de la hoja de afeitar lo provocó el nazismo de Perón, la muerte de Néstor o los gritos de Cristina.
Entonces, uno parte de la idea de una sociedad idiota, con la acepción antigua y la moderna. Es decir aquel que le importa nada lo público y se cuelga de un globo. Pero se fundamenta esta idea en que, según una encuesta, la mitad de la gente cree en los cuadernos Gloria, el 30 por ciento de la población votaría a Macri y la clase media todavía no entendió que el presidente es Macri. El es el responsable de la inflación, la desocupación y el hambre. En una palabra, hay que ser muy idiota para creer en este cambio.




