
“Cambiamos Futuro por Pasado» fue la frase consagratoria de Eugenia Vidal en pleno festejo del triunfo conservador. Esta militante de clase media no se aburre de agradar mediáticamente a las clases dominantes al tiempo que denigra a las mayorías. Así las cosas es gobernadora y pretende repetir en el 2019.
No es un secreto que la oligarquía controla las tierras y sus ocupantes empleando a tilingos y cipayos para que ocupen cargos en el organigrama gubernamental. Y una de las pretensiones de los dueños de la tierra es que la masa no progrese, no se eduque, y que solo se instruya una parte de la clase media y que esta le sirva a sus intereses. La clase baja le molesta y pretende que siga existiendo en las labores de menor costo económico sin ninguna esperanza de cambio en sus vidas.
La revolución fusiladora tuvo como misión poner las cosas en su lugar a gusto y placer de la oligarquía. El peronismo y su independencia económica había logrado el sueño del pobre, el ascenso social. La obra de Florencio Sánchez, «Mi hijo, el doctor», escrita en 1903, se había hecho realidad .
“Sepan ustedes que la revolución libertadora se hizo para que en este bendito país el hijo de barrendero muera barrendero”, supo decir el contralmirante Arturo Rial, integrante de la revolución libertadora. Esa revolución que se hizo para liberarnos del progreso.
El pensamiento de Rial es común a cualquier conservador de antaño y a los que prometen pobreza cero de ahora.
Los tiempos de derecha fueron, son y serán espacios para la pobreza, la entrega y la ignorancia. Tiempos donde el cipayaje se viste de dirigente político para que Argentina exclame con orgullo su identidad como colonia.
Tiempos donde la educación no es un derecho, ni una necesidad, sino es una cuestión de clase. Ni Florencio Sánchez en 1903 en su obra fue lo que es la derecha hoy. Sánchez detallaba como un hijo de campesino rumbeaba para la ciudad a estudiar. Y a pesar de su rebeldía, sus miserias y su anarquismo terminaba casado con la novia del campo y hecho un doctor hecho y derecho.
“La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”, dijo Paulo Freire. La oligarquía entendió el mensaje y operó en consecuencia.
La gobernadora, con estudios en ciencias políticas, seguramente tuvo que leer a Nelson Mandela. Claro que cuando el líder africano dijo “la educación es el gran motor del desarrollo personal. Es a través de la educación como la hija de un campesino puede convertirse en una médica, el hijo de un minero puede ser el jefe de la mina, o el hijo de trabajadores agrícolas puede llegar a ser presidente de la nación”.
Vidal con el título en la mano, el cargo en sus asentaderas, dijo muy suelta de cuerpo: “de que sirve llenar la provincia de Universidades públicas, cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad”. La gobernadora, simpatizante de la corriente Michetti – González Fraga, ignora que el gobierno anterior, entre 2003 y 2004, construyó 2128 escuelas en su territorio y 9 universidades. La alianza no construyó ninguna, y el menemismo solo 7.
Esta dirigente, que por ahora tiene mejor imagen que su mentor, piensa, habla y ejecuta tal cual la oligarquía pretende. Afirmando, sin fundamentación alguna, todo pensamiento que complazca a las clases dominantes e insulte a las mayorías.
Aristóteles dijo “ el ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”. Y pensar que Vidal tiene un título de ciencias políticas. Evidentemente a los grandes de la política nunca los leyó y tampoco entendió a Mafalda cuando con la pluma de Quino nos hacía leer “de tanto ahorrar en educación, nos hemos hecho millonarios en ignorancia”.




