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Opinión

LOS FIGURONES

Por Simon Radowistky

Que la televisión es un elemento de control ya no hay duda alguna. Que la caja boba, así llamada vulgarmente, no aporta nada al conocimiento de los pueblos también es una certeza.
Y que por ese cuadrado en colores transitan las voces que el sistema desea también es algo cierto.

Hoy hablamos de medios dominantes, en la década del 50 Arturo Jauretche hablaba de colonización pedagógica y superestructura cultural. Supo decir el hombre de Lincoln: “ así como la colonización pedagógica utiliza la autoridad periodística- como el ya referido “dice la Nación”-, “dice La Prensa”- para dar respetabilidad a sus afirmaciones, y respaldarlas con su prestigio, utiliza su mecanismo para crear y sostener el prestigio de los personajes que se crean a ese efecto a través de la misma, de la universidad, las academias y  muchísimas instituciones que van desde el viejo Instituto Popular de Conferencias de La Prensa hasta los sellitos diversos de que disponen los Eduardo Augustos Garcías que desde el juicio oral a la sociedad Pro Hueso para el perro aprovechan las finalidades colonialistas de la publicidad para
hacerse un huequito de fama. Se trata de un círculo vicioso-continúa Jauretche-el aparato de la colonización pedagógica elabora el personaje a través de un proceso en el que este va haciendo carrera en el profesorado, el periodismo, en las ciencias o en las letras, en la política, etc.

Esta carrera es llevada al nivel de la opinión pública por la gran prensa que le va anotando los elementos de prestigio a través de una amplia publicidad. Que el  individuo tenga méritos y calidades para la técnica en que se dice especializado, no es imprescindible. Si verdaderamente vale, mucho mejor.

Pero si no hay uno capaz para el objetivo, el personaje se construye con cualquier farabute, porque lo que importa no es su técnica sino su servicio, y su servicio consiste en utilizar el prestigio que se le da para prestigiar lo que el aparato de colonización sostiene, y aún más, para prestigiar el propio aparato”.
Estos conceptos vertidos por el pensador nacional justifican más de un programa de televisión. Es así que encontramos los almuerzos o cenas de Mirta Legrand donde el sistema construyó un figurón partiendo de una mala actriz hasta hacerle creer al público que es una avezada periodista. Y a medida que avanza en la edad, es cada vez más lúcida e inquisidora en
sus preguntas. O por lo menos eso es lo que el sistema intenta hacer creer aunque todo sabemos que Mirta trabajó, trabaja y trabajará para el poder.

Más modernos aparecen programas como el de Luis Majul o el de Santiago del Moro. En este último, un conjunto de panelistas de vuelo corto interpelan a un político de la oposición sin dejarlo hablar. El sistema actúa sobre Del Moro instalándolo en la tele, la radio, y hasta con un libro con su biografía. Libro corto si los hay ya que no cumplió 40 años, hizo dos programas de
rock en cable, no tiene estudios significativos sobre comunicación y menos aún sobre política y además fue premiado en varias oportunidades. Ahora con honestidad brutal todo sabemos que se premia la falta de contenido y nunca la sapiencia.

Y así como los medios nos alteran la vida con desinformación sin control a cargo de opinólogos famosos e ignorantes, el gobierno copia la idea y distribuye en su gabinete una serie de hombres con escasa incapacidad premiando a aquellos con menos conocimiento. Por ejemplo, el jefe de gabinete tuvo dos trabajos anteriores al actual, ninguno por mérito y no posee título universitario. El ministro de hacienda Dujovne, era ñoqui del senado, trabajaba en TN haciendo campaña contra el FMI, de evasor a ministro,  cometió muchos errores y como premio a tanta incapacidad hoy es superministro.

También podemos mencionar a quien tiene a cargo la oficina anticorrupción y como se preveía, escasea en estudios. Y así la mayoría de los miembros del gabinete. El intelecto en ellos y en el presidente es un bien escaso. Eso sí, la superestructura mediática los protege y la colonización pedagógica surte su efecto.

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