Cuando amanece en este otoño porteño se observa una ciudad que espera, límpida, sana, brillante, la llegada de la masa trabajadora y sus jefes un rato más tarde. Son las 6 de la mañana y el personal municipal con sus herramientas no dejan hoja otoñaL en plaza alguna. Los perros detienen su aparato digestivo y ladran en voz baja. Los comercios todavía no dan rienda suelta a sus raros precios nuevos. Los gerentes todavía duermen, y los choferes de autos de alta gama se colocan firmes al lado de sus vehículos esperando la hora exacta de molestar a su patrón para trasladarlo al lugar donde mortificará a sus pares.
Mientras el día hace su presentación en una ciudad aparentemente feliz, sus plazas, cajeros, esquinas contienen a decenas de humanos que viven miserablemente.
Una pareja en medio de la plaza, despierta de un colchón tan viejo como harapiento, un perro de raza atorrante los rodea envidiando a sus pares que en enrejados a 30 metros disfrutan de la arena, su balanceada comida y su espacio con su cuidador.
Caminando hacia el norte, en cada esquina un policía metropolitano o sea un humano mensajeando sin notar que el camión avanza en contramano, el auto estacionó en forma indebida y quizás se encuentre a la espera de un Ricardo centurión para tomar postura de funcionario honesto.
Ahí nomás, llegando a cualquier esquina del microcentro, lindando con el policía otro pobre, y oltro, y otro y un chiquito, y un perro y mas desorden, mas indigencia y mas decadencia formando el vivo retrato de la actualidad argentina.
Como dicen los chicos ante una situación negativa, «todo bien pero todo mal». La Argentina amanece con las características y el orden de un cantón suizo pero las horas pasan y la realidad hace los tramites de migración y nos dice que nos parecemos mas a un distrito haitiano.
Y el modelo económico sigue desmontando lo que era un país. Los ricos con sus perros de alta gama, su comida gourmet en sus caros resto rodeados de chicos de la calle que siguen sumando pares a su club. Chicos, adultos, viejos durmiendo en cajeros, la puerta de un comercio o en el hall de un hotel observando como los perros de raza tienen comida balanceada mientras ellos balancean su vida, sin saber si van morir hoy o mañana pero si han recibido una carta documento de la felicidad por haber dejado desocupada a la esperanza y despido al afecto. En una palabra, todo bien pero todo mal.




