Una vidriera rodante de la pobreza argentina – Por Margarita Pécora
Probablemente quien acostumbra a viajar por la Capital Federal en su coche, no alcance a apreciar la postal de la pobreza que vemos creciendo a niveles alarmantes, los usuarios frecuentes de las líneas del subterráneo. Baste caminar por el entramado, de las líneas conectoras H y C, para ver las estampas de la penuria humana que ya se creían sepultadas en el olvido. La realidad desmiente las estadísticas oficiales y la gente abre los ojos frente al engaño.
Es una varieté sobre el carril de hierro: Vendedores de una amplia serie de artículos, personas con todo tipo de discapacidad, músicos y cantantes improvisados y hasta profesionales que probablemente fueron despedidos del escenario o nunca pudieron ascender al mismo, más los personajes habituales que narran su enfermedad o exhiben un miembro amputado, hoy buscan desesperadamente unas monedas para comprar el medicamento o llevar un plato de comida a la familia.
No hay exageración en el relato. Esto es lo que muestran hoy las formaciones del Subte convertidas en vidriera rodante de la pobreza de tipo material, si se la quiere encasillar, que golpea a la sociedad argentina, a las personas que pagamos cada vez más caro para viajar, ni siquiera con comodidad y hasta con peligro de contaminación en algunos coches de asbesto, un material con potencial cancerígeno, o con el temor frecuente de robos, o de paros gremiales sorpresivos.
Algunos pasajeros que piden limosnas, con suerte, reciben una monedita, o un tibio aplauso del auditorio tan pobre y extenuado por el cansancio, como el que pide, y que busca distraer su pena o su larga travesía en la pantalla del celular.
La dignidad humana se ve ultrajada cada día en las líneas en el medio de transporte “más económico” del país, lo mismo que en los trenes interurbanos. Personas mayores con voz lastimera, se disculpan diciendo que “no quieren molestar” pero necesitan que el pasajero escuche su pedido y se conmueva al punto de introducir la mano en el bolsillo y sacar una moneda.
La pobreza se retrata desde la antigua Grecia, con un filósofo como Diógenes, pasando por artistas como Murillo, que retrata a los pobres niños, y Goya, que hizo tantas obras sobre el pueblo. Hoy sobran elementos en las calles y conglomerados humanos de la Argentina, para sensibilizar a cualquier artista que sepa conmoverse con las miserias humanas provocadas por malos gobiernos. Hay material de sobra en la expresión de la gente de a pie, para volcar en un lienzo una crítica social y pictórica de esta sociedad cada vez más desigual.
APLAUSOS Y MONEDAS
Estampitas con toda suerte de santos, gomas de mascar, ganchos para el pelo, lapiceras, tijeras, marcadores, golosinas, palomitas de maíz, son entre otros los artículos que más se ofertan, en una varieté donde los artistas, improvisados o no, juegan un rol social importante: distraer al pasajero y pasar la gorra para recibir “algo” a cambio.
Por eso no es raro escuchar a una soprano que pone a competir los registros de una voz impresionante con el ruido estrepitoso del tren; o que un arpista intente llamar la atención entre tanto ruido, con los bellos acordes de un instrumento musical hermoso pero tan pesado que solo Dios sabe cómo lo cargó al hombro hasta el subte; lo mismo que el violinista, que conmueve y cosecha piadosos aplausos de todo el que se lamenta tanto derroche de talento que merecía estar arriba de un flamante escenario.
Otras figuras que han tomado por asalto las estaciones de los trenes son los DJ (Disc jockey) o los karaokes ambulantes, personas que trasladan todo un arsenal de equipos de audio con instrumentos musicales acoplados, y ofrecen música grabada de fondo con algo “en vivo” que puede ser cantado o ejecutado con un instrumento, haciendo difícil al espectador descubrir si es “real” o ficticio lo que estamos escuchando. De todos modos, el sacrificio vale y consiguen aplausos y monedas.
En este primer trimestre del año, se ha incrementado de forma exponencial la presencia de personas desesperadas por la asfixia económica, que claman por ayuda entre los pasajeros del subte. Las promesas de “pobreza cero” del gobierno de Cambiemos resultan una utopía y el reciente discurso triunfalista del Jefe de Gabinete Marcos Peña ante el Congreso afirmando que “lo peor ya pasó”, sumado al pedido del ministro de Economía Nicolás Dujovne de que «Necesitamos la paciencia de quienes nos prestan y de la sociedad argentina», contrastan fuertemente con esta cruda realidad social donde, contrario a lo que afirman sobre un descenso de la inflación, y crecimiento del empleo, aumenta la vulnerabilidad social con el incremento exorbitante de tarifas de todos los servicios indispensables (agua, electricidad, gas, transporte…)
A estas alturas, hasta los que votaron por Cambiemos dudan si volverán a hacerlo en el 2019, porque abrieron los ojos, sintieron el latigazo sobre la espalda, y comprendieron al fin, que la “herencia recibida” es cada vez una excusa menos válida para justificar los desaciertos y la improvisación de la actual administración del país.
Por lo pronto, en la vidriera del subte, crecen cada día las estampas de la dramática situación social de pobreza que vive la Argentina, y esta es la postal negativa que empieza a recorrer el mundo.




