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Opinión

La Odisea de la empatía

Por William Croock

El alienamiento, y sofocón que pretenden los dueños del establishment sobre nuestro sentido común pretenden que perdamos la empatía con el mundo, o al menos, el mundo que no les importa.

Por William Croock

La leyenda griega de Ícaro enseña que acercarse tanto a la sol quema. A diario nos quemamos frente a una pantalla que nos enseña que es lo que está bien y lo que está mal. Su desafío más importante es generar un ambiente propicio en el cual te hagan sentir parte, bueno y lindo. A cambio de mostrar a los feos, sucios, y vagos que de seguro estás muy lejos de ser.

Resulta que ni estás lejos de serlo, ni sos parte del grupo empresario que te influencia. Dicen que el producto más acabado del neoliberalismo es un obrero votando por la apertura de importaciones, y esa máxima no le pifia.

Para entenderlo mejor, por ejemplo, vos estás en el colectivo con el tiempo justo para ir a algún sitio y te topas con una movilización, un corte, un piquete. La sensación es la misma para todos: el enojo de llegar tarde a donde ibas a ir. Entonces, ¿Cuál es la diferencia entre unos y otros? La empatía.

Algunos queremos saber qué está sucediendo, y de hecho llegamos a empatizar con los manifestantes porque adherimos a lo que reclaman o nos ponemos en su lugar. Otro grupo se va a indignar y decir que son unos “negros de mierda” sin siquiera saber que piden.

Dije que desde los medios pretenden hacerte creer bueno y lindo, mientras los otros son feos, sucios y vagos. Te enseñaron a odiar, y lo más triste es que por no escuchar sus reclamos es probable que en un futuro ya no tengas que ponerte en su lugar porque ya lo vas a estar.

Vos vas a ser el sucio, feo y vago. Tu odio finalmente era hacia vos.

Odiseo, o Ulises como conocemos nosotros al protagonista de la obra griega la Odisea, afronta en su travesía situaciones adversas, y desfavorables, aunque finalmente (perdón por contar el final 2800 años después de su publicación) vuelve a su palacio.

Es posible que la alienación, y la pérdida de empatía sea la situación adversa y desfavorable que nos toque vivir para llegar a buen término. Lo malo sería si la unidad de criterio llegase por una cuestión eventual, transitoria.

En ese caso habremos perdido en verdad, porque como decía el poeta Octavio Paz “las derrotas son transitorias”.

Pedir que antes de criticar nos pongamos en el lugar del otro pareciera una utopía, pero digna de intentar afrontar.

La duda final que me planteo al escribir esta editorial es sobre la leyenda inicial de Ícaro. Se acercó al sol, a la luz, a la verdad y se quemó. A veces la luz encandila, por eso, sugiero apagar el aparato que transmite imágenes, en definitiva, nuestra vida estará marcada por lo que suceda en la calle y no por enterarnos con quien almuerza la señora.

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