El Coleccionista de discos. Por Luisa Lane
El tren, antes un medio de comunicación, hoy un habitáculo con movilidad que contiene miserias, fracasos, pobreza y gritos de vendedores cada vez mas marginales y con menos expendio.
Esa mañana atravesó la puerta del tren sureño un hombre muy delgado. El hambre hacía estragos en sus 206 huesos que lo igualaban al resto de la humanidad. Las puertas que daban al cartel de estación Lanús completaban la escenografía. Un traje con 20 años de uso daba forma a ese ser que intentaba sobrevivir arriba del Roca.
“Curitas, curitas, 2 por 25”, voceaba el vendedor. “Curitas, curitas, las 2 por 25”, repetía quien deseaba comer por primera vez en la semana de esta Argentina de Macri.
Los habitantes del tren escuchaban pero no oían. Miraban impávidos al flaco ejecutor de ventas que exponía un producto sin posibilidad de venta en esos momentos.
“Gano la mínima y también vendo”, continuó el hombre ya identificado como un jubilado de clase alta, de esos que ganan la mínima y tienen una máxima que reza “comerás dos días por mes”.
“Curitas, 2 por 25, 2 por 25 gano la mínima muchachos”, nadie respondía. La solidaridad no viajaba en ese tren.
“Curitas, gano la mínima y también soy coleccionista de discos de vinilo, curitas”. Hasta que alguien por fin compró, le abonó los 25 pesos igual a un café y el hombre bajó en Gerli. Había realizado una venta. Sus primeros 25 pesos del día que los supo ganar en 20 minutos en el tren y todo porque dijo que era coleccionista de discos.




