Por Gabriel Princip
Todos los días los medios dominantes, cómplices de la derecha gobernante, amanece en nuestras vidas con noticias que, desde la crónica policial producida en un rincón del país hasta la vida privada del base de un equipo de béisbol, estremecen nuestro despertar. El servicio de mentirología, la locutora, la tapa de El trompetín y FM- lo siento en el alma-, se encargan de que nuestra moral caiga al segundo subsuelo de nuestra vida.
Bajo ningún punto de vista responden a la coincidencia de líneas editoriales sino al llamado del poder que determina favor por pauta y con un único objetivo, en lo político derribar al peronismo y en lo social, que comprendamos que la entrega es lo mejor que nos puede pasar en este país invivible.
“El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen”, aseveró alguna vez Arturo Jauretche.
Pero la derecha sabe perfectamente que su objetivo se logrará con el peronismo aliado o con el peronismo derrotado. El viejo sueño neo liberal es observar cómo se arrastra la causa que creó quien determinó la independencia argentina. El máximo deseo de Churchill, de Rockefeller y de aquellos lideres de un poder impiadoso que ve en el continente americano el patio de comidas de su día a día servido por los nuevos esclavos, los trabajadores que alguna vez fueron felices con los derechos y la dignidad otorgada por alguien que entendió el significado de la independencia económica, la soberanía política y la justicia social.
Nuevamente la derrota peronista está en puerta. Carpetazos que vuelan, triples de jamón en Congreso y sinónimos de gobernabilidad en los medios para que algunos pseudo-peronistas formen parte de la entrega. Esto no es nuevo, pasó en el 55´ se repitió en el 76´ y en los 90´ y el peronismo resistió. Conversos y traidores hubo siempre pero la causa quedó intacta.
Pero para que no se deprima la sociedad, para que la causa permanezca y el movimiento siga en línea con el país para su recuperación política y económica una parte de la solución es la militancia. Armando Porretti dijo “se trata de participar activamente de un proyecto nacional que quedó inconcluso y que debe ser recuperado, lo que obliga a seguir militando en su afirmación política. Mientras la dictadura militar y los grandes medios de prensa decretaban que el justicialismo había muerto, Hernández Arregui argumenta lo contrario, vive en el alma y en el sentimiento del pueblo y por ello, de diversas maneras, dará batalla para la recuperación de una vida democrática verdadera. Sus textos favorecen la creación de una izquierda nacional que, en sus encarnaciones esenciales, será un aliado inseparable de la conducción política de Perón en el exilio. Su aporte al justicialismo de la resistencia es claro y hecho, eso sí desde una tendencia movimientista que se siente de izquierda, pero que no pretende ser el todo sino solo una parte de ese gran movimiento nacional y popular sobre el que gira la historia argentina desde la década de 1940. Su presencia en la cultura justicialista también es significativa, ya que es uno de los escritores más leídos de los 60´y 70´”.
La activa militancia es parte de la solución. En la cultura, en el deporte, en los gremios, en la calle y en todo ámbito donde la desmoralización trate de imponerse. La primer batalla a desarrollar y a vencer es contra aquellos que desean que la causa peronista pida permiso para suicidarse.
Hay que volver a reconocerse, a la flor no me olvides, a la marcha, a la doctrina y a distinguir a los compañeros de los cobardes y abre puertas del poder. Por ahí pasa la historia, ese es el camino, el mismo que se recorrió cuando la derrota electoral o ilegal dijo que el peronismo no participe de la alegría popular. La derecha gobierna, es poder, sueña con la desaparición completa de un movimiento nacional, humanista y cristiano. Para lograr ese objetivo, todos los días, nos siguen pegando abajo.