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Todo es falso

Por Gabriel Princip

Recorriendo los medios televisivos obtenemos un factor común en su mensaje. Si la idea es política, el espectador observa en vivo, en directo y en alta definición como se relata  todos los supuestos latrocinios K. Miembros del espectáculo, locutores y periodistas de medio pelo pero de pauta entera corean al unísono: “Devuelvan los que se llevaron”.

Nada se prueba, nada se documenta, todo se parlotea, todo se califica y nada es claro. Sólo cobra visibilidad el mensaje gobbeliano donde repetir mil veces una mentira se transforma en verdad.

Los medios dominantes más el sistema político se colocó un objetivo, falsificar la historia. Ya pasó en el 55´ cuando la revolución fusiladora se encargó de desmentir todo lo acontecido en el gobierno de Perón.  En esos tiempos como ahora la ignorancia fue más rápida que lenguas rápidas, punzantes y pagas para no preguntarse nada, afirmar todo y no dudar de nada.  La ignorancia es hermana de la mentira y pariente lejano de la inteligencia. Esta es más lenta porque se detiene a dudar, a preguntar, a chequear y a confirmar antes de lanzar una afirmación. La inteligencia es más lenta pero va de la mano de la verdad y el conocimiento.

Sócrates decía que “La verdadera sabiduría está en reconocer nuestra propia ignorancia”. Y por ahí pasa la historia, la verdadera no aquella que obedece a quien escriba. Hoy más nunca la historia la escriben los que ganan. Hoy vemos, tal cual lo dijimos allá a lo lejos y en el tiempo, una justicia obediente al poder real, este copando el gobierno y sus soldados, el sistema político, operando para que una nueva mentira o una falsedad histórica pase por un juzgado se convierta en causa esta se transforme en notica y de allí al escarnio público para terminar en la frialdad de una cárcel. Todo empezó con una operación de inteligencia y no con la verdad.

Todo lo que el publico recibe por parte de los medios con respecto a la gestión anterior es una serie de delitos no probados en la justicia pero si en la imaginación de asesores comunicacionales que utilizan la moral ajena para cubrir la gestión de un gobierno que el  año que viene habrá endeudado al país el doble de lo que lo hizo el dictador Videla. Un gobierno que hasta ahora generó más pobreza y desocupación, que bajó programas sociales y la jubilación del ama de casa y que desde que comenzó no otorgó una sola buena noticia para las mayorías.

El gran objetivo del  macrismo es la derrota total del peronismo. Para eso sedujo monetariamente  a gordos sindicales y a integrantes de la estructura partidaria, el resto una diputada, un patrullero y una traición.

El plan económico sigue en marcha, la batalla cultural ya ha sido ganada por la derecha. El resto es la falsificación de la historia. El mismo proceder que comenzara Mitre, que siguieran los gobiernos conservadores, las dictaduras y los liberales encapsulados en partidos populares.

La doctrina peronista es un movimiento  donde se halla la idea nacional, el humanismo y el cristianismo. El liberalismo es una doctrina económica con escasa intervención del estado y donde no existe idea religiosa alguna.

La lucha es el mercado contra la gente. Aquellos sicarios de la palabra con caras enjutas, serias e hipócritas con lenguas falaces pronunciando adjetivos descalificativos en contra de los movimientos populares. El mercado va ganando la pulseada. La idea de la riqueza concentrada gracias a la impunidad de los negocios custodiado por los pseudos políticos, jueces injustos y prensa paga. El dinero en manos de unos pocos es la primera tarea, la segunda eliminar el afecto popular por una idea nacional.

Pero la gente sabe que el dinero no es todo, que no es la felicidad. El pueblo es sabio y sabe que el dinero puede comprar una cama, pero no el sueño, puede comprar un reloj pero no el tiempo, puede comprar un libro pero no la inteligencia, puede comprar una posición, pero no el respeto, puede comprar la medicina, pero no la salud, puede comprar sangre, pero no la vida, puede comprar el sexo, pero no el amor, puede comprar un periodista, pero no una idea. Y esta se encuentra en el corazón de la gente, es la idea del afecto, de lo que fue y no es, del respeto  y del aprecio y no del odio, del rencor, de la bronca, de  la falsificación de la historia, el último reto  a conseguir por este proceso de desorganización nacional.

 

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