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Derrame de hambre

Por Kurt Winkels

La teoría del derrame económico anunciada a los cuatros puntos cardinales otra vez en la historia, no se cumplirá. Aunque los medios dominantes habiliten a voceros corporativos para que expliquen al pueblo que hay que saber esperar porque lo bueno está por venir,  ya es inútil otra vez. Ya pasó en los cincuenta, en los sesenta y desde siempre, salvo en los períodos peronistas.

“Nos dijeron toda la década del 90´: “tengan paciencia, esperen que el vaso va a derramar”. Derramó en hambre, en exclusión, en olvido”, dijo alguna vez Néstor Kirchner.

El hecho económico favoreció a las capas medias en la gestión K cuando los trabajadores fueron protagonistas de un plan que los incluía junto a las PYMES y demás excluidos de la historia.

Pasó también en el primer gobierno peronista donde el mercado interno fue artífice de la distribución equitativa de la riqueza. En  esos tiempos podíamos escuchar a Juan Perón decir:   “Cuando llegué al gobierno, en mi país había gente que ganaba veinte centavos por día y los peones de diez a quince pesos por mes. Se asesinaba a mansalva en los ingenios azucareros y en los yerbatales con regímenes de trabajo criminal. Es un país que poseía 45 millones de vacas y sus habitantes morían de debilidad constitucional. Era un país de gordos y de peones flacos”.

La administración Macri nos marca que estamos en el camino correcto. Cada vez que un ceo miembro del gabinete se acerca a un micrófono destaca la corrupción K y el formato del plan donde mañana nos irá bien gracias a fuertes aumentos en los servicios públicos y sueldos miserables.

El poder real avala el plan económico que controla, cual vigilante de country, el FMI. Todos al unísono  gritan que los tiempos buenos están a la vuelta de la esquina. Lo que no dicen es en que país queda la esquina.

Mauricio Macri cree ciegamente en la fortaleza del poder, al tiempo que esa fuerza supone que se traslada a su gobierno.  Entiende que el plan es un éxito y la gente ya comprenderá. Lo importante para su vida es cumplir con el círculo rojo para que este lo consolide en el gobierno. Lo que todavía no entiende el presidente es que ocupa la Casa Rosada, pero si algo adolece su gobierno es de fortaleza.

Los actos que realiza sobresalen por la escasa cantidad de público adherente. Algunos de los fieles economistas comienzan a reconocer en público que la economía K fue correcta. Los medios dominantes ya no aplauden cada acción que realiza. La luna de miel duró poco y el matrimonio con la sociedad comienza a tener desavenencias.

A diez meses de comenzado su mandato podemos establecer que este es un gobierno débil a pesar del apoyo momentáneo de las corporaciones. John William Cooke  alguna vez dijo: “El gobierno fuerte no es el mandón. Es el que tiene respaldo popular y contenido doctrinario, gobierno fuerte es el que puede en cualquier momento confrontar con la opinión pública y saber que tiene su apoyo. De lo contrario, aunque tengan todas las armas, todas las posibilidades de violencia, toda la organización del estado, son gobiernos débiles”.

El derrame no llegó ni llegará. El plan es un éxito absoluto para el poder, no para el gobierno. De a poco la pobreza va devastando hogares de clase media. Las clases bajas ya comprendieron a Michetti cuando hablaba de la desubicación de los pobres que se habían acostumbrado a ser felices. Por lo tanto el plan no cambiará. Quizás algún CEO del gabinete se retire del gobierno en diciembre pero otro del mismo perfil lo suplirá.

Ya en diez meses aprendimos dos cosas de la administración Macri. La pobreza derrotó al derrame y la fortaleza del gobierno es ficticia. Néstor tenía razón, el plan derramó en hambre y exclusión.

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