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Por mano propia

Por Margarita Pécora.

¿Estamos frente a una escalada de la inseguridad?

Buena pregunta que merece una reflexión, en momentos en que salir a la calle constituye un desafío, un riesgo frente al cual, ya no alcanza con andar “con cuatro ojos” ni cruzarse una cartera al pecho, o no responder al celular aún cuando reviente sonando, todo por temor al arrebato. Pocas personas deben quedar ya incólumes en la Argentina, porque al que menos uno e imagina, le han robado o asaltado.

Hablar de inseguridad nos lleva casi por inercia a caer en lo anecdótico, a tener que narrar la manera impune y a la vista de todos, que los delincuentes asaltan a las personas en las calles. Ya no esperan el amparo de la oscuridad, sucede a la luz del día que nos desvalijan tanto del celular, la billetera, o lo que tenga uno de valor, y no importa ya si es contra un anciano, o un niño indefenso. Lo mismo ocurre con los dueños de negocios que se han convertido en el blanco perfecto de los delincuentes para llevarse la recaudación del día y hasta la mercadería.

Zozobra, ansiedad, preocupación constante, vive hoy la mayoría de los argentinos no solo de la Capital Federal, sino de localidades de la provincia de Buenos Aires, como es el caso de Lanús, y Zárate, que han sido escenario de delitos con saldo de personas muertas y justicia tomada por manos propias.

Precisamente los casos de “justicia por mano propia” y de persecución por ciudadanos comunes a quienes cometen un delito, hablan de una sensación generalizada de abandono y de desprotección por parte del Estado hacia los ciudadanos y cuando hay un Estado que se desentiende de la obligación de salvaguardar debidamente a sus ciudadanos, eso genera una sensación de desprotección y causa hostilidad. Como las personas se sienten abandonadas a su suerte en plena calle, despojadas de sus cosas, agredidas incluso físicamente y en muchas ocasiones sin ayuda de otros transeúntes que vieron todo, pero no se atrevieron a ayudar, porque temen también por sus vidas, entonces esto termina por la decisión de cada cual, de tomarse la justicia por sus manos.

Y no está bien que sea así, porque eso no es lícito. Ah claro, Ud., dirá y qué hago, ¿Me dejo matar si vienen a sacarme el auto, el celular o la mochila?

Bueno, no queda otra que extremar las medidas de auto prevención, que es en suma, no descuidarse ni un segundo, estar bien informado sin caer en extremismos, de todas las modalidades de robos y/o secuestros que existen y que se van renovando conforme a la inteligencia de los grupos delictivos.

Todo esto, mientras el Estado a través de la Justicia, endurezca de una vez por todas, las medidas contra los delincuentes, motochorros, etc., y ponga en práctica las políticas de prevención, que tienen que ver con un abanico enorme de actividades educativas, y acciones dispuestas con anticipación con el fin de evitar o impedir que se presente un fenómeno peligroso para reducir sus efectos sobre la población y que- dicho sea de paso, han dado buenos resultados en muchos países donde se detectan grupos proclives al delito y se llevan a cabo programas educativos y de prevención entre la población a la vez que se rescatan los espacios públicos para garantizar que sean espacios para los ciudadanos.

Y todo esto, teniendo claro de que el objetivo de la prevención del delito es fomentar un mayor nivel de desarrollo y mejores condiciones de vida que prevengan conductas delictivas en las comunidades y espacios urbanos, y que garanticen a toda la población el goce de sus derechos y libertades, ya que el riesgo de integrarse a una pandilla o de caer en la delincuencia es agravado por un entorno de violencia, desintegración familiar, criminalidad y falta de oportunidades de desarrollo.

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