Argentina cayó, pero de pie
Después del gol sorpresivo de Götze, el alemán con cara y estatura de adolescente-tiene 22 años y 1,72 m de estatura-, 42 millones de corazones argentinos, experimentaron arritmia, ansiedad, transpiración, jadeos, puños apretados, manos a la cabeza. Ya no quedaba tiempo para el “recurso heroico”; ya todas las “messiadas” salvadoras, habían fallado en los intentos, a escasos centímetros de penetrar el arco.
Por Margarita Pécora
El plantel argentino había puesto sobre el verde terreno, todas sus estrategias, energías y fuerzas hasta quedar casi sin aliento. Argentina había demostrado ser un rival que supo cómo disputar la final del Mundial sin temor a nadie.
Así se inscribió en la historia de los campeonatos de fútbol este 13 de julio para los argentinos.
A la hora de los premios, Angela Merkel abrazó con fuerza germánica a sus jugadores, Dilma Rouseff les tendió la mano con una sonrisa que parecía más una mueca. Messi recibió su balón de oro, pero a penas lo miró por el enojo.
En la Ciudad del célebre Obelisco, el regreso a casa transcurrió para muchos enjugando lágrimas, sobre todo para los más jóvenes que habían cargado con alegría y esperanza, sus banderas , trompetas y gorros albicelestes para festejar el título de Campeones del mundo.
Para algunos fue una derrota, para los que miramos desde otra perspectiva, fue, por el contrario, una prueba de madurez del plantel argentino que resistió estoicamente con sus combativos jugadores, frente a la consabida superioridad del plantel alemán, sin permitir que le hicieran durante todo un tenso partido, más que un gol, y en el tiempo extra.
El Cristo Redentor eclipsado por la luna, volvió la espalda y se puso otra camiseta cuando la Argentina cayó, pero de pie.