Por Simón Radowistky
La administración Macri no cesa en invadir el pensamiento de los argentinos con métodos que llevan al pueblo a la derrota a través de una idea colonialista. Desde la idea del hombre al servicio de la economía, pasando por un plan que destruye el mercado interno con el aumento de la desocupación como primer consecuencia y una persecución ideológica más un discurso extranjerizante, el gobierno de derecha está transformando una Nación en una factoría.
El pueblo votó a Cambiemos con la idea de un cambio, la mayoría entendió que suplía un presidente por otro, se hacían correcciones en la economía y el resto seguía igual. Votó eso porque eso le hicieron creer. La oligarquía se disfrazó de democracia a través de partidos centenarios y otros satélites para asaltar el poder. El objetivo final es establecer dos clases sociales, con empobrecimiento absoluto para la entrega total. Hoy el asistente del Imperio, el FMI, nos dicta las políticas para reducirnos a una colonia o lo que es peor, retroceder la vida argentina al pre peronismo, una época infame con una mentirosa democracia, sin derechos para que pocos tiren manteca al techo mientras las mayorías no puedan completar las cuatro comidas.
Ante esta situación política uno diría que el pensamiento nacional está ausente. Parte de la solución sería comenzar a entender lo nuestro. “El pensamiento nacional es una corriente de pensamiento que reconoce en las ideas de patria y nación categorías esenciales para el desarrollo integral de una sociedad en general, y de la sociedad argentina en particular, y consecuentemente se propone rescatarlas y revalorizarlas como medios necesarios para alcanzar dicho desarrollo”.
Para Juan José Hernández Arregui el pensamiento nacional: “Es el reflejo de esa actividad política de las masas, de esa agitación viva del país subterráneo y el pueblo lo crea, o mejor, lo estimula. A su vez, ese ideario nacional les es devuelto a las masas políticas, en tanto nacionalismo revolucionario, por los grupos intelectuales nacionales que han sistematizado, o tienden a ello, tales exigencias colectivas dándoles forma de programa político. De ahí la rapidez con que la cultura institucionalizada se agrieta al chocar con la reacción anticolonialista de las masas y el pensamiento nacional que la acompaña. Las masas fundan el pensamiento nacionalista que, a su vez, se convierte en teoría en teoría y práctica de la revolución nacional”.
Arturo Jauretche también tiene una definición sobre el pensamiento nacional pero que simplifica con una frase “ver el mundo con ojos argentinos”. Y finalmente partiendo de la simpleza de una idea podemos comenzar a construir una ideología.
Teniendo la necesidad de pensar en nacional sabemos distinguir lo que nos sirve como sociedad de aquello que nos perjudica. Por el solo hecho de un slogan acompañado con un globo amarillo no podemos aceptar una economía que solo favorece a una minoría en nuestro país y unas corporaciones foráneas. Comprar juguetes chinos, frutillas polacas y galletas danesas solo sirve para colaborar con el empobrecimiento general.
La pregunta es, ¿Por qué hace falta un pensamiento nacional? El pensamiento nacional es la base sobre la cual se apoya el instinto de supervivencia de un pueblo. Así como un individuo que pierde su autoestima o el sentido de su propia identidad, se encuentra en desventaja frente a los múltiples desafíos que presenta la vida, lo mismo ocurre con las sociedades que permiten que su identidad se desdibuje o que pierden la noción de su origen y de su destino histórico.
El sentirnos parte de integrante de una comunidad con un origen, un destino y una misión histórica colectiva fortalece nuestra autoestima y el sentido de nuestra propia dignidad, pone en marcha fuertes mecanismos sicológicos de autodefensa frente a ataques externos, y nos predispone a llevar a cabo grandes realizaciones colectivas.
Con la proliferación y la consolidación del pensamiento nacional concurrimos a votar sabiendo quien es quien en la política argentina. No entramos en la confusión de la izquierda donde es igual el PRO que el Frente para la Victoria. Entendemos que la economía debe estar al servicio del hombre, que los derechos deben ser ampliados y que la cultura y el deporte no pueden ser reemplazados por negocios, marketing o acciones mercantilistas de ingenieros de la mentira organizada.
Con una sociedad que protege sus intereses, su cultura, su ser nacional, inútil entender a un vendedor de ilusiones que toca el timbre bajo un globo amarillo.
El pensamiento también es parte de la conciencia nacional que al saber de Juan José Hernández Arregui es “la lucha del pueblo argentino por su liberación”.