Por Simón Radowitsky
Finalmente la Corte se expidió y el tarifacho se producirá a medias. La justicia indicó que los precios se retrotraen para los usuarios residenciales y prosigue para comercios e industrias. Además, los jueces ordenaron al gobierno que realice audiencias públicas para el incremento del transporte, distribución y también para el precio en boca de pozo.
Este fallo en apariencia salomónico también es perjudicial a los trabajadores. Los comercios y pequeñas empresas tendrán un aumento del 400 por ciento por el cual si lo trasladan a los precios bajarán las ventas con serio riesgo de despidos o cierre según el caso. También la ayudarán a elevar inflación.
Las PYMES están en alerta al igual que las cámaras que rápidamente recurrieron a sus abogados para rechazar el fallo, judicializarlo y tratar de frenar un porcentaje que lentamente los lleva a la quiebra.
En forma indirecta, este fallo también afecta al trabajador, porque será él quien pague productos más caros y también será victima de despidos en las respectivas empresas. Quizás un sector de la clase media puede sentirse aliviada en forma temporaria el resto de la sociedad sigue transitando el campo de la incertidumbre.
Por otra parte, el gobierno quedó afectado por el fallo. Ya Marcos Peña no es más el que decía “De cualquier manera van a tener que pagar”, pues ya con un formato más conciliador dijo: “Debemos debatir y consensuar más, y ser más federales”. De a poco el poder amarillo va cesando.
En esa misma idea el senador Freddy Martínez de Cambiemos hizo público su pedido de renuncia para el ministro de energía. Un Aranguren que en la conferencia de prensa que realizó junto al jefe de gabinete tenía una expresión en la cara como la del boxeador que espera que arrojen la toalla para dar por terminada la pelea.
Mientras la Corte Suprema de injusticia no rendía pleitesía al gobierno, Cristina Fernández se rodeaba de militantes en Ensenada proclamando su deseo de “ser militante y nada más”.
La luna de miel amarillo terminó. Hasta el momento los números para Macri son todos negativos. Sus amigos no están contentos, sus militantes preguntan si deben estar contentos o no, el ciudadano de a pie que los votó se reparte entre “para que los vote” y “hay que darles tiempo”, y el resto participa de cuanta marcha exista para demostrar su descontento.
El segundo semestre será rojo y no amarillo. El segundo año pinta mal para empezar y los deseos de Marcos Peña de: “A esta altura del año que viene estaremos festejando” sufrirán una postergación. En la medida que el accionar macrista siga esta línea es muy difícil que pueda llegar al 2019 sano y salvo.
La CGT ya se unificó en lo institucional, en lo político y en la paciencia. Ya sus voceros empiezan a mostrar disgusto. Las empresas también, la gente hace juego y el capital político de Mauricio sigue bajando. Macri tiene la solución para cambiar el humor social, o cambia el plan o el poder lo cambia a él.