Por Gabriel Princip
Un viejo recurso en la política argentina para la obtención de votos es la mentira, si a ella la reforzamos con odio, buen porcentaje se ha de obtener o ganar como en el 2015. Esto pasa a pesar de que la gente cuando es consultada dice esperar y escuchar propuestas y programas. La hipocresía argentina invalida el reconocer que casi la mitad de la población odia a la otra mitad.
La grieta fue la palabra que identificó la política de la derecha en los últimos tiempos. Llegó de la mano de Elisa Carrió y Jorge Lanata. Cualquier mirada, gesto o palabra mal enunciada por los K, era tomada por una agresión por parte de la otrora oposición.
La grieta existe porque existió siempre. Nació con la Primera junta en el enfrentamiento entre Saavedra y Moreno, y siguió con todos los gobiernos hasta la actualidad.
Moreno fue asesinado, nunca se investigó el crimen. Los directorios y triunviratos duraban nada por las internas palaciegas. Rivadavia, fue el primer generador de deuda, el primer gran coimero y quien mandó a matar a San Martin, sin embargo, tiene calles por toda la república. Unitarios y federales tenían grietas feroces. Hasta 1852 cuando Urquiza vence a Rosas en Caseros y entra en Buenos Aires pronunciando la frase: “Ni vencedores ni vencidos”. Frase que repetirá Lonardi cuando desaloja del poder a Perón.
La frase de Urquiza cayó tan mal al poder, Mitre y Sarmiento, que éste último recomendó a Mitre no “ahorrar sangre de gauchos, porque es buena para abonar la tierra”.
Los conflictos se sucedían en forma intermitente. Los unitarios fueron reemplazados por los conservadores y estos enfrentados por los radicales de Alem primero e Yrigoyen mas tarde. Cada elección era una muestra de fraude y muertos por doquier. La grieta siguió conviviendo con la sociedad, cayó un líder como Yrigoyen y en el final de sus días fue cubierto por la pobreza y las denuncias falsas de corrupción.
La década infame siguió agradando la grieta hasta la llegada de Perón. Ahí se formó una bisagra entre peronistas y antiperonistas que sobrevive al día de hoy. “Viva el cáncer”, se pintaba en las paredes de Recoleta cuando el antiperonista se enteró de la enfermedad de Evita. Tanto odio fue generado porque alguien pensó en los pobres y realizó una justa distribución de la riqueza. Se puede perdonar una muerte, una guerra o una traición pero en Argentina acordarse de los que menos tienen es imperdonable.
Perón cayó en el 55´ y los aviones de la armada naval que mandó Rojas ocasionaron 380 muertos. La Plaza fue bombardeada con aviones con inscripciones que decían: “Cristo vence”. La revolución fusiladora llegó al poder y repitió la frase de Urquiza. Ni vencedores ni vencidos pero si hubo vencidos, los pobres.
Recesión, inflación y congelamiento de salarios fue el combo perfecto para anular el progreso. Idéntico al plan actual. Hoy existe un pejotismo y un sector del sindicalismo que aprueba cualquier desaguisado impuesto por la derecha. En el 55´ existió una Junta consultiva. Los radicales, socialistas, demócratas progresistas, demócratas cristianos y demócratas ayudaron a Rojas y Aramburu a someter al peronismo. Algunos para nombrar, Alicia Moreau de Justo, Oscar el bisonte Alende, Americo Ghioldi, Zavala Ortiz y Juan Gauna entre los más conocidos. Alfredo Palacios era embajador y prestaba su servicio. Ellos fueron cómplices del decreto 4161, de los fusilamientos de José León Suarez, de las muertes de Valle y Cogorno, primo del Papa Francisco ,y en esos tiempos no se hablaba de grieta. Se decía: “El peronismo dividió a la familia o se acabó la leche de la clemencia”. Estupideces del momento, los muertos los ponía el peronismo, las balas asesinas el gorila y el peronismo había dividido al familia.
Pasaron los 60´, los milicos llegaron al poder, cortaron minifaldas, mataron monjas, raptaron bebes, endeudaron eternamente al país y siempre la grieta la formaba el peronismo. La mentira siempre fue acompañada desde los grandes medios y siempre los gobiernos populares fueron los “culpables”.
Pasó Menem, de la Rúa, el corralito, llegaron los K y la riqueza se volvió a distribuir. Pero pasa lo de siempre, se puede secuestrar un cura, bombardear una plaza, desaparecer 30 mil humanos y todo será perdonado, lo único que no tiene perdón de Dios es distribuir la riqueza.
La patria es el otro, pensar en el prójimo, trabajar para los marginales es crear la grieta. Evadir, robar al estado y criticar al Papa eso, es de gente bien, de gente como uno, sin convicciones y con la mentira como línea editorial. Por eso la grieta siempre existirá, la mitad de los argentinos seguirá votando a aquellos que representen el odio y la persecución pero a pesar de todo, la otra mitad resistirá con mas bondad que odio, mas ideales que intereses y mas conocimiento que frivolidad, por eso a pesar de todo, viva la gente.