Por Simón Radowistky
“Aníbal Fernández es el jefe del narcotráfico”, repetían en campaña los Cambiemos Boys. La primera fue Elisa Carrió y la más consecuente con ese pseudo axioma fue la actual gobernadora bonaerense.
La publicidad amarilla para sostener a Vidal era la comparación entre la chica rubiecita, con cara de maestra jardinera, madre, esposa enamorada, en una palabra, una chica de su hogar. Del otro lado, el capo mafia.
Vidal triunfó y en su primera aparición pública dijo: “cambiamos futuro por pasado” y así fue. Hoy la provincia de Buenos Aires se remonta a tiempos de Manuel Fresco, allá en la década infame. Una provincia con comederos, cartoneros, villas, inseguridad, trabajadores mal pagos, jubilados reprimidos cuando se expresan en un tren, o madres que son perseguidas por amamantar. Si, son los tiempos de Fresco. Aquellos años donde Roberto Noble, creador de Clarín, era secretario de Gobierno y socio de Federico Pinedo, abuelo del ex presidente. Tiempos sin derechos a la espera de Perón, igual que ahora.
Finalmente Aníbal Fernández quedó prácticamente retirado de la política, pero el San Benito del jefe narco no se lo han sacado.
Evidentemente Fernández no es jefe narco, y si lo fuera, debería ser despedido por su mal trabajo. Y es aquí donde se establece la zoncera. Existen testigos que declaran en contra de Fernández, los testigos están encarcelados entonces un jefe narco que se precie de tal utiliza su poder para comprar voluntades y sicarios y finalmente estos testigos pasen al más allá. Esto no ocurrió. Fracaso total como jefe narco.
También perdió la elección. Con el poder narco de su lado le serviría para derrotar a sus enemigos políticos mediante la violencia o el soborno. Tampoco ocurrió esto. Otro fracaso como narco.
Y así, una sucesión de hechos que han ocurrido ante la pasividad del bueno de Fernández. Para tratar de pensar en voz alta y no ser meros repetidores de radio Mitre. O Aníbal nunca aprendió a ser jefe narco, jamás vio una serie norteamericana, o nunca fue jefe narco y otra mentira de la blonda y obesa diputada que la transforma en una zoncera para el militante de la clase media. Esta última idea es la más probable.
Si durante la campaña cada hecho, cada declaración política se hubiera razonado, explicado o debatido en los medios dominantes quizás el resultado hubiera sido distinto. Sin embargo, la caja boba le dio a la gente lo que la gente o cierta parte de la sociedad quiere escuchar, que los políticos son todos corruptos y que la Argentina seria salvada por empresarios nuevos, probos y honestos. Hoy sabemos que otra vez la derecha mintió, engaño y gracias a la trampa televisada el país entro en el campo del ajuste para llegar a la pobreza consolidada como lo desea la oligarquía. En síntesis, nos vieron la cara.