Por Gabriel Princip
Desde 1955, el objetivo central del imperio es derrotar y hacer trizas al peronismo. Por eso, inventó a Lonardi, apostó a Menem, creyó en De la Rúa y hoy los porotos los tiene Macri. Nada complace más a los intereses foráneos que el sufrimiento de las mayorías ya que eso significa que la bota pisa el cuello del obrero.
Todos estos experimentos han fracasado. Y la primicia es que este nuevo gobierno tampoco tendrá un final feliz. Porque sabe cuál es el objetivo, pero no entiende cual es la esencia del movimiento con mayor cantidad de adeptos en América Latina.
John William Cooke decía que: “El peronismo fue el más alto nivel de conciencia al que llegó la clase trabajadora, nosotros- decía Cooke-, no nos integramos al peronismo, no es un club o un partido burgués al que uno puede afiliarse. El peronismo es una experiencia de nuestro pueblo y lo que hacemos nosotros ahora es descubrir que siempre habíamos estado integrados a ella, en el sentido que está integrado a la experiencia de su pueblo todo hombre que se identifica con los intereses de los demás”.
El oficialismo no entiende esto. No comprende el origen, la mística y la épica peronista por eso, a pesar de la impunidad del poder, se le complica cumplir con el objetivo final que es no dejar vestigio alguno con olor peronista.
Hoy parte del pueblo se encuentra desorientado, busca un conductor en forma urgente que detenga el avasallamiento conservador. Busca la paz y la conservación de derechos adquiridos. Hoy muchos no olvidaron su identidad, su ideología, pero si algunos conceptos del creador del movimiento.
Perón, establecía que, para el triunfo final, “se debe lograr la unidad, solidaridad y organización, que son los factores esenciales de toda eficacia. La unidad en procura de alcanzar la fuerza necesaria, la solidaridad mantiene la cohesión en la unidad y la organización hace posible la conducción y utilización de la fuerza con unidad de acción y racionalidad. El justicialismo no es más que la interpretación filosófica sobre el nuevo sistema, llámese populismo, socialismo o justicialismo”.
Hoy no se piensa en triunfo pero si en una estratégica resistencia para ubicarse en el lugar que corresponde para poder volver al poder para felicidad de las mayorías.
En este impasse, el pueblo no ha perdido la esperanza, todavía no logra comprender como algunos desclasados se suicidaron políticamente. Ortega Peña supo decir alguna vez que las “masas latinoamericanas no pueden hacer causa común con los verdugos, porque ellas están en la lista de las víctimas”.
Y a pesar de la provisoria derrota se probado una vez más que la derecha es el enemigo, el que atenta contra la mesa de los argentinos, aquel que gobierna como si estuviera jugando al estanciero comprando y vendiendo donde las fichas somos nosotros.
El pueblo está siendo saqueado, impuestos y servicios mediante, y el oficialismo cree que esa es una manera de acabar con el peronismo y de paso empobrecer al país todo. La fórmula que se aplicara en el 55´ de promover la inequidad para llegar a la pobreza y echarle la culpa al peronismo ya no es creíble. A pesar de las frases descalificadoras promovidas por agentes continuos del sistema no sirve para eliminar al peronismo sino todo lo contrario. La gente sabe perfectamente en que momento de su historia la felicidad invadió sus hogares y también sabe cómo vive ahora.
El objetivo de la derecha pasará para otra oportunidad. Mientras el peronismo tenga épica, romance y contenido, no desaparecerá, también seguirá en el campo de un modelo nacional porque su gente no compra espejitos de colores y no cree en un gobierno que basa su política en la mentira y el odio.