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El uso de las redes sociales por creadores e intelectuales

Por Antonio Las Heras.

¿Qué actitud le conviene tener a un creador o a un intelectual en relación al uso de las redes sociales?  Mario Vargas Llosa – durante su reciente visita a Buenos Aires – se pronunció al respecto comentando que no las usa; no tiene Facebook, ni Twitter, ni Instagram: ninguna. Fundamentó su decisión en qué – a su juicio – el uso de tales formas de comunicación no son útiles para transmitir con precisión mensajes de importancia.

«… no tengo Twitter, ni blog, ni nada de eso. Hay información que no se puede dar en 140 caracteres», aclaró el Premio Nobel durante su exposición en el Foro Internacional del Español, que se realizó en Madrid durante abril de 2015.

Este tema me ha generado preguntas a la vez que traído algunos recuerdos al presente.

¿Cuánto tiempo destina uno de manera diaria a atender las redes sociales sea para enviar datos tanto como para contestar inquietudes surgidas? ¿Es posible transmitir por estos medios una idea completa, los fundamentos de porqué se piensa de tal forma y no de otra? ¿Puede pretender alguien que tiene 5.000 seguidores en Facebook responder a lo que cada quien expresa y hacerlo en forma lograda? Finalmente, ese tiempo, tal dedicación mental y empeño ¿afectan la realización de la obra en que cada intelectual y creador se halla empeñado?

Cierta vez llamé a Ernesto Sábato para invitarlo a una entrevista en el programa que yo hacía y conducía por LRA Radio Nacional. Atendió él mismo, enseguida le expliqué la idea; su respuesta fue contundente: “No puedo ir a todos los programas que me solicitan y decir cualquier cosa. Necesito tiempo para pensar sobre cada asunto.” Mientras recuerdo aquella anécdota me permito imaginar lo que diría el autor de Sobre Héroes y Tumbas respecto de los actuales programas de televisión donde ninguno permite al otro completar su idea, cada quien eleva más el tono de voz buscando ser oído y los conductores no sólo admiten ese mecanismo sino que lo  estimulan.

Dada la cantidad de seguidores que se puede tener con estas redes se torna imposible responder cada pregunta, comentario o disidencia que surja. Además queda claro que el anonimato tan frecuente en estos espacios permite agresiones constantes que se incrementan si el recipiendario las responde y, uno contra todos, es una batalla que sólo ganan los héroes de las historietas. Recordemos que ya en su momento Henry Kissinger aconsejaba al presidente Jimmy Carter que ni se le ocurriera salir a rebatir cada ataque recibido fuera por radio, televisión o prensa escrita pues siempre sería él quien perdiera. El consejo de Kissinger fue que para casos como éstos sólo se responde una vez, sin personalizar, de manera amplia y abstracta. Lo que hoy también debiera ser tenido en cuenta si se está participando en las redes sociales.

A comienzos de los años noventa del siglo pasado tuve una polémica con el escritor, periodista, dirigente socialista y masón grado 33 Emilio J. Corbiere. La causa fue un asunto tratado en un artículo que publicó con su firma. Cuando lo invité a debatir cara a cara en el programa que, por entonces, hacía yo a través de Radio Splendid, con su cortesía proverbial respondió: “Prefiero mantener la polémica por escrito. Así cada uno está seguro de estar diciendo lo que en verdad piensa, y las posibilidades de malos entendidos disminuyen.” Por esos días no estuve de acuerdo con lo que el amigo Corbiere señalaba; empero el tiempo me hizo entender que cuando los asuntos son importantes la transmisión de la información requiere canales adecuados. En cambio para el ejercicio de la “opinología” así como de las charlas banales toda vía es apta.

Pero no por todo lo ya señalado descarto las redes sociales. Pienso que son útiles cuando se las utiliza para dar a conocer noticias puntuales y breves tales como la invitación a un acto, una foto que muestra algo sucedido o una frase ingeniosa. Haciéndolo con la única pretensión de lanzar eso al ciberespacio para que adquiera vida propia; sin siquiera quitar un instante al trabajo personal para discutir, debatir o aclarar… habida cuenta que para esos menesteres hay otros ámbitos bien conocidos, vigentes desde aquellos tiempos de los filósofos griegos.

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